Don Guillermo Méndez Santizo atendía su farmacia en el Barrio El Gallito, en la zona 3 capitalina. Era noviembre de 1953 y, como era su costumbre, ayudaba a los vecinos con sus dolencias y malestares. Él mezclaba diferentes sustancias, según los síntomas que presentaba cada paciente, para crear remedios en la parte trasera de su local y luego se los vendía.
Una mañana llegó un joven acompañado de una mujer muy obesa a la farmacia, cuenta la hija de Don Guillermo, Luisa Gabriela Méndez. El hombre era un antiguo paciente del boticario, pero en esta ocasión buscaba ayuda para su madre.
El experto la examinó. La señora presentaba úlceras en las piernas causadas por la diabetes. El farmacéutico tajantemente le dijo al joven que él no podía curar eso. Sin embargo, este insistió con aflicción y luego de una breve discusión el vendedor le comentó: “Voy a investigar para ver cómo puedo ayudar a su mamá”.
La primera pomada
Poco después, y basado en la experiencia acumulada en años de trabajo en farmacéuticas y de "la mano de Dios", como dice su hija, Don Guillermo empezó a mezclar varios ingredientes, puso todo en un mortero, lo trituró y combinó. Al quedar satisfecho con la textura y consistencia de la mezcla, Méndez colocó todo en un frasco. En ese lugar, en la trastienda de una farmacia, fue concebida la primera pomada cuyo creador bautizó como GMS, las iniciales de su nombre.
No obstante, la mujer a quien le había fabricado la fórmula no apareció. Esperó durante varios días, pero como no regresó, Don Guillermo regaló el ungüento en pequeñas dosis a las personas que conocía, detalló Luisa Gabriela.
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Sin esperarlo, la pomada y su efectividad rápidamente se hizo notar entre los vecinos. Uno de sus primeros pacientes satisfechos fue un niño que se se quemó el rostro con gasolina. Se le aplicó GMS y en 12 días se recuperó.
Debido al éxito, Méndez vendió la pomada en su tienda. Luego viajó a diferentes municipios para que las farmacias locales vendieran su producto y así comenzó a distribuirse hasta que llegó a cada una de las familias guatemaltecas.
Actualmente la fórmula patentada de GMS se vende en México, Estados Unidos, El Salvador y Honduras. Un total de 34 trabajadores producen miles de “latitas” para el mercado local e internacional.
Don Guillermo Méndez falleció el 23 de febrero de 2013, no obstante su legado continúa. En el marco del Día de la Protección de Propiedad Intelectual, la Cámara de Comercio Guatemalteco Americana (AmCham, por sus siglas en Inglés) le entregó un reconocimiento por su innovación.