El testimonio rendido en tribunales por el señor José Luis Agüero Urruela, expresidente de la Cámara de Construcción y representante legal de la empresa Asfaltos de Guatemala, retumbó en redes sociales.
El empresario aseguró el viernes 4 de agosto, en la audiencia del caso Construcción y Corrupción, que el exministro Alejandro Sinibaldi le exigió un soborno de 15% para pagarle 55 millones de quetzales que el gobierno le debía, por proyectos de infraestructura ya ejecutados.
El señor Agüero enumeró a las empresas que utilizó para realizar esos pagos y nombró a las personas que intervinieron en los mismos. Mencionó al ex viceministro de Vivienda, Víctor Corado, a la secretaria de Sinibaldi, Anaelisse Mercedes Herrera (quien aparece como directiva en algunas de las empresas de Sinibaldi), y al activista político Rodrigo Arenas.
Ni bien había terminado de declarar el señor Agüero y ya había personas descalificándolo y poniendo en duda su declaración.
Yo considero prudente esperar que el proceso se desarrolle para ver qué testimonios son coherentes entre sí y cuáles se ven respaldados por otro tipo de evidencia. El señor Arenas, por ejemplo, ha dicho, por ejemplo, que él recibió el dinero como pago de una campaña y que nunca supo su origen ilícito.
Pero mientras conocemos y sopesamos los detalles, lo que puedo comentar yo de antemano es que la declaración del señor Agüero me suena en extremo familiar. Una y mil veces he escuchado a empresarios ligados al sector de la construcción quejándose precisamente de lo que el señor Agüero describió ante la jueza Erika Aifán.
Algunos gobiernos han sido más groseros que otros –recuerdo en especial a alguien que me buscó una noche totalmente indignado, durante el gobierno del Frente Republicano Guatemalteco, FRG—porque no solo le habían pedido coima sino acciones de su empresa.
Quienes me hablaron saben lo que me dijeron y lo que yo les respondí: júntense y denuncien como gremio, no lo permitan. Porque una acusación anónima en un medio no detiene un sistema ni envía a nadie a dar explicaciones ante un tribunal .
No lo hicieron y siempre supuse que era por miedo, porque temían que una denuncia no fuera suficiente para detener el sistema masivo de corrupción que operaba –y en algunas actividades, como los puertos y aduanas sigue operando en el país-- porque mueve a demasiadas personas, dinero e intereses.
Las mafias tienen códigos de silencio, pero yo tengo la esperanza de que haya suficiente decencia en esta sociedad para reconocer lo que hemos hecho mal y comenzar a cambiarlo.
Declaraciones como la del señor Agüero dan tristeza, porque nos desnudan, porque confirman lo que se decía en voz baja, lo que se aceptaba porque “no había otra”, porque “así funciona”.
Pero también dan esperanza, porque significa que poco a poco, deben elevarse voces que digan “hasta aquí” y le pongan un alto a un sistema perverso e insostenible que nos ha dejado en ruinas.
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