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Las culpables

  • Por Soy502
02 de mayo de 2017, 00:06
En redes sociales, muchos comentarios han culpado a los estudiantes de la tragedia ocurrida a raíz de la protesta sobre la Calzada San Juan. (Foto: Jorge Sente/Nuestro Diario).

En redes sociales, muchos comentarios han culpado a los estudiantes de la tragedia ocurrida a raíz de la protesta sobre la Calzada San Juan. (Foto: Jorge Sente/Nuestro Diario).

Desde el asiento que ocupaba en la última fila de la camioneta, lo ví subir con su Biblia en mano y un maletín negro. Se paró en medio del pasillo. El conductor le bajó el volumen a la canción de Daddy Yankee que hacía vibrar las paredes de la camioneta y  de repente hubo silencio, como cuando alguien hace tintinear una cuchara en la copa de cristal en medio de la cena para anunciar algo importante. 

Ya que tenía la atención de los pasajeros, el predicador comenzó a hablar, con tono fuerte y enérgico. Con una mano se agarraba del tubo para no perder el equilibrio y con la otra blandía la Biblia. Hilaba ideas inconexas en un monólogo disparatado en el que sobresalían palabras como “Jesús”, “pecado”, “infierno”, “arrepentirse”. 

Luego, sacó del maletín un periódico de nota roja. Lo abrió en una página que tenía la foto de una mujer que había aparecido muerta en un barranco en algún municipio del país. Con el mismo aire de un maestro de pre-primaria que le muestra un libro de texto con dibujos de animalitos a un aula llena de párvulos, giró la página lentamente para que todos pudieran verla y dijo: “¿Ven? El que mal anda, mal acaba”.

Y con esa frase lapidaria, aquella mujer que yacía en el suelo detrás de la cinta amarilla del Ministerio Público, fue sometida a un juicio sumario, sentenciada y hallada culpable de su propia muerte.  

Culpable, como la joven madre cuyo bebé de once meses agonizó en sus brazos en una calle del barrio San Antonio, en marzo de 2016. Muchos culparon a la madre y la acusaron de negligencia. 

Culpable, como Brenda Domínguez, la estudiante de 15 años que fue arrollada por un conductor mientras manifestaba por su derecho a la educación en la Calzada San Juan.

Todas eran culpables. Culpables de haber nacido pobres, culpables de salir a la calle y ser violadas, asesinadas y arrojadas en un barranco, culpables de hablar, culpables de obstaculizar el sagrado derecho a la libre locomoción, culpables de ser mujeres, culpables de existir.

Mientras el predicador hablaba, los pasajeros guardaban silencio. Sus rostros inexpresivos no dejaban entrever si lo estaban escuchando, si el hecho de ser sermoneados de tal manera en contra de su voluntad les producía disgusto o si estaban tan cansados después de una larga jornada laboral que les daba igual. Pedí la parada y me bajé de la camioneta.

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