Tres menores de edad fueron víctimas de violaciones y actividades sexuales, quien promovía las actividades ilícitas era la abuela y la mamá de una de las adolescentes.
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Andrea de 15 años, Ana de 13 y Kimberly de 11 vivían en la casa de su abuela, Adelina Osorio. Ese era el lugar donde se habían refugiado por problemas en su núcleo familiar.
Andrea, salió de su casa huyendo porque su mamá la había golpeado. Mientras las hermanas Ana y Kimberly, vivían con la abuela porque su mamá no las quería.
Al principio todo estaba bien, vivían con una persona conocida y que las quería, pero el ambiente empezó a cambiar. Adelina, la abuela de las menores, les empezó a cobrar una cuota para poder pernoctar en su casa.
Les daba pasteles para que las menores fueran a venderlos a las calles de Mazatenango, Suchitepéquez, pero cuando no lograban vender todo, la abuela las golpeaba y amenazaba con sacarlas a la calle.
Las menores debían entregar al día Q50 cada una, de lo contrario recibían insultos, golpes y amenazas.
Fue así como la presión ejercida, obligó a las adolescentes a buscar la manera de conseguir el dinero. Andrea inició a prostituirse, ya que solo así lograba juntar lo que su abuela le exigía. Luego sus primas también empezaron a hacerlo. Las menores cobraban entre Q20 y Q50 por servicios sexuales.
La abuela de las menores estaba enterada y luego empezó a cobrar por ellas y quedarse todo el dinero.
Pero no se quedó ahí, Jengly Marisol Osorio, mamá de Ana, también propició las actividades sexuales. Aunque no vivía con su hija, un día le ofreció Q50 por tener relaciones sexuales con un hombre, ella le dijo que no, pero Jengly le insistió, la engañó y la llevó con un hombre. En otras ocasiones, le decía a su hija y a su sobrina que "tenía un trance" y les ofrecía dinero por sostener encuentros con hombres.
Tanto la abuela como la mamá de las menores, estaban enteradas de lo que ocurría.
"Los clientes"
Adelina y Jengly continuaron propiciando la prostitución de las menores de 11, 13 y 15 años. "Los clientes" eran hombres mayores y que se dedicaban a diversas actividades. Había un joyero, un taxista, un mecánico, entre otros.
Los encuentros se realizaban en sus casas, hoteles, autohoteles o lugares de trabajo.
Una persona que se enteró de lo que sucedía denunció y fue así como inició el proceso. El Ministerio Público investigó e individualizó a la abuela, a la mamá y también a algunos de los hombres que pagaron por sostener relaciones sexuales con las menores.
Estos individuos pagaron en múltiples ocasiones entre Q20 y Q50 por sostener encuentros con Andrea, Ana y Kimberly. Fueron identificados como:
- Byron René López Túnchez
- David Gonzalo Roach Arriaga
- Héctor Manuel Jeréz Lara
- Arístides Lorenzo Castillo López
- Daniel Eduardo Osorio Guillén
- Vicente Rafael Sánchez de León
- Erick Francisco Mazariegos Castro
Aunque el MP logró identificar a estos siete hombres, se cree que hubo muchos más que le pagaron a Adelina y a Jengly por abusar de las menores. Una de las adolescentes relató que en una ocasión la habían llevado para que tuviera relaciones sexuales con un narcotraficante.
La sentencia
Luego del juicio realizado en contra de la abuela, la mamá y los clientes, un Tribunal emitió sentencia condenatoria entre 9 y 15 años de prisión en contra los acusados por los delitos de trata de personas, actividades sexuales remuneradas con menores de edad y violación con circunstancias especiales.
Las menores de edad aunque relataron y testificaron lo ocurrido, no querían que su abuela tuviera problemas.
El Tribunal también impuso una reparación digna de Q300 mil contra la abuela y la mamá de las víctimas, debido al daño ocasionado en su contra, ya que una de las menores resultó embarazada producto de los encuentros sexuales y otra con una enfermedad de transmisión sexual.
