Hay ocasiones en las que la realidad supera la ficción. La historia de John Wayne Gacy es una de ellas. Vecino ejemplar, empresario de éxito y miembro del comité local del Partido Demócrata en Chicago. Gacy decidió aumentar su popularidad creando su propio personaje: el payaso Pogo.
Debajo de ese atuendo se escondía un despiadado asesino. Sus víctimas siempre eran adolescentes a los que persuadía para ir a su casa, donde los asesinaba. Por esos crímenes, un juzgado le condenó a la pena capital y fue ejecutado en 1994, luego de pasar 14 años en el corredor de la muerte, pero nunca mostró arrepentimiento.
Su vida inspiró It (Eso), una exitosa novela de Stephen King, y ha sido llevada al cine.
Gacy nació el 17 de marzo de 1942, en los suburbios de Chicago, la tercera ciudad más poblada de Estados Unidos. Sus padres eran inmigrantes europeos que decidieron instalarse en ese lugar por la gran cantidad de trabajo que ofrecían las abundantes industrias de la zona.
Gacy era un niño gordito que estaba muy unido a sus dos hermanas mayores y a su madre. Aquello desataba la furia de su padre, un alcohólico que abusaba de su familia. Le pegaba a su hijo con un cinturón de cuero y lo denigraba en público llamándole “marica”, “estúpido” y “niño de mamá”. Cuando tenía nueve años, un amigo de la familia abusó de él sexualmente, pero el pequeño guardó silencio. El incidente le persiguió durante toda su vida.
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Dos años después de aquel terrible episodio, Gacy se cayó de un columpio y se golpeó la cabeza. Se le formó un coágulo de sangre, pero eso pasó desapercibido hasta que cumplió los 16 años, cuando comenzó a sufrir desmayos y ataques similares a los de la epilepsia. Su padre pensaba que aquello eran fingido y lo golpeaba mientras estaba inconsciente.
Gacy pasó por cuatro institutos y nunca llegó a graduarse, lo que disminuía sus posibilidades de conseguir un empleo.
Al cumplir los 20 años, su padre le recomendó abandonar su hogar y le entregó un pasaje de autobús a Las Vegas. Gacy consiguió trabajó en una funeraria. Apenas duró tres meses, pero estaba obsesionado con observar los cadáveres que debía custodiar.
Sus inicios
Regresó a Chicago, se matriculó en una escuela de negocios y se graduó. Aquello le ayudó a conseguir un empleo en una fábrica de zapatos, aunque tuvo que mudarse a Springfield, otra localidad de Illinois. Allí conoció a la que sería su primera esposa, Marlynn Myers, con quien se casó en septiembre de 1964. Pronto ascendió al cargo de supervisor. Sin embargo, su vida privada seguía siendo desastrosa.
Gacy se mudó a Waterloo, en Iowa, donde la familia de su esposa tenía un restaurante, en el que ocupó el cargo de gerente. Es el momento en el que comienza a sentir atracción por los adolescentes.
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El historiador colombiano Esteban Cruz narra en el libro "Vampiros, caníbales y payasos asesinos", que intentaba chantajear a los jóvenes del establecimiento para mantener relaciones sexuales con él. Su historial delictivo comenzó en 1967, cuando violó a Donald Voorhees, un muchacho de 15 años. Le condenaron a una década de cárcel que no cumplió al obtener la libertad condicional tras 16 meses en prisión. Aquel suceso le supuso el divorcio.
Tras abandonar la cárcel, Gacy fundó una empresa dedicada a la construcción, con la que se enriqueció. Compró una casa en un barrio exclusivo de Chicago y allí se reencontró con una antigua compañera de colegio con dos hijas, con la que comenzó a compartir su vida.
“Ciudadano ejemplar”
Sus vecinos lo consideraban como un ciudadano ejemplar, aunque se quejaban constantemente del olor a putrefacción que emanaba de su vivienda. Gacy les contestaba que él mismo se ocuparía de limpiar las cañerías.
Sin embargo, el origen del hedor era muy distinto. El hallazgo fue casual. La madre del adolescente Robert Piest denunció su desaparición. Puso a la policía tras la pista de Gacy, pues aseguró que él había ofrecido un trabajo a su hijo. La policía logró entrar en la vivienda y, al descender al sótano, encontró el mismísimo infierno.
Bajo una trampilla se apilaban media docena de cadáveres en diferente estado de descomposición. Hallaron otros cuerpos en un río cercano.
Entre 1972 y 1978, el payaso bonachón violó y asesinó a 33 niños, aunque él mismo reconoció que la cifra era superior. El juicio comenzó el 6 de febrero de 1980, pero Gacy nunca colaboró, por lo que fue imposible localizar el paradero de algunas de sus víctimas.
Sus abogados alegaron que sufría graves perturbaciones mentales, algo que desestimaron los informes periciales. La prueba más concluyente fue la confesión de Jeff Rignall, un adolescente que logró escapar de Pogo, y que narró las torturas a las que fue sometido. Explicó que contactó con él en la calle, le ofreció marihuana, subió al coche de Gacy y este le cubrió la cara con un pañuelo empapado de cloroformo para dejarlo inconsciente. Era su modus operandi.
El 13 de marzo fue declarado culpable y condenado a muerte.
*Con información de El País