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La ucraniana que pasa la guerra entre crucigramas y ataúdes (video)

  • Por AFP
04 de mayo de 2022, 13:34
Guerra Ucrania Rusia
Antonina, de 60 años, se sienta en una funeraria donde trabaja y ahora vive como un refugio con vecinos en Severodonetsk, este de Ucrania, el este de Ucrania. (Foto: AFP)

Antonina, de 60 años, se sienta en una funeraria donde trabaja y ahora vive como un refugio con vecinos en Severodonetsk, este de Ucrania, el este de Ucrania. (Foto: AFP)

Junto a un edificio destruido por los bombardeos, Antonina Boloto, de 60 años, organizó un inusual ambiente, un espacio para la supervivencia de su familia. 

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Un rayo de sol llega a la mesa de fórmica decorada con flores sobre la cual Antonina Boloto, de 60 años, hace crucigramas rodeados de ataúdes en una funeraria de Severodonetsk, la última posición ucraniana en el este del país, tomada en gran parte por las tropas rusas.

"Esto no es una morgue, es una funeraria" y tiene la ventaja de tener un sótano, aclara.

En la habitación única y sombría lucen cuatro féretros de color, forrados con un delicado satén blanco. También hay coronas funerarias y cruces de madera con los preciosos escritos a mano. 

En Severodonetsk, los bombardeos obligan a las familias a ingeniárselas por sí mismas para enterrar a los suyos.  Antonina Boloto, empleada de la funeraria, ya no tiene clientes. 

Ahora pasa sus días organizando su vida en el local convertido en refugio, sin perder la sonrisa, pese al ambiente apocalíptico de cuanto la rodea.

"La guerra se sobrelleva como se puede", resume esta enjuta y enérgica mujer, con la cabeza cubierta por un gorro de lana rojo. 

En paz

"Ahorramos agua, la guardamos aquí", dice, señalando los barreños de hierro llenos. 

"Tenemos leña seca, que uso solamente para cocinar en el calentador de afuera", explica, mostrando una instalación de ladrillos con una parrilla. 

La cacerola está negra de tanto haberla puesto sobre las llamas, lamenta. 

Si llegara a faltar la leña, piensa pedirle al dueño de la funeraria usar los ataúdes . "Si tenemos que hacerlo, lo haremos", afirma. 

 

 

Para sobrevivir, esta familia de ocho personas, en su mayoría de ancianos, tiene aún una caja de papas y algunos paquetes de fideos, así como aceite, jamón y conservas distribuidas por una oenegé. 

Para evitar el hacinamiento, Antonina saca al sol dos taburetes e instala a su madre Nina, de 82 años, y a su cuñada, que tiene la mirada perdida. 

Las dos mujeres, dicen que la otra ha "perdido la cabeza", pueden así discutir lejos de Antonina, aunque permanecerán en el sótano, en caso de bombardeos en el barrio. 

Este lugar dedicado al luto se ha salvado milagrosamente de los ataques y Antonina vive valientemente en paz con la idea de la muerte. 

"Lo que tiene que ocurrir, ocurre. Uno puede ir a cualquier lugar y al cruzar lo atropella un coche. ¿No es así?", comenta, afirmando que reza todos los días para que el conflicto termine "lo antes posible". 

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