El lugar más profundo de la Tierra alcanza casi los 11 kilómetros debajo del nivel del mar del océano “Pacífico”.
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Se trata del “Abismo Challenger”, el punto más profundo del planeta que se encuentra en la Fosa de las Marianas, en el océano Pacífico.
Este punto se ubica en el océano Pacífico Occidental en Filipinas, cerca del sureste de Asia, Oceanía y una parte significativa de Polinesia, topándose con las islas Marianas y Guam.
Según estudios mide casi 11 kilómetros debajo del nivel del mar. Es considerado por los especialistas del Salvamento Marítimo, un lugar casi inaccesible para el ser humano.
Esta impresionante fosa, desafortunadamente, ha sido una de las víctimas de la contaminación marina.
¿Cuándo fue descubierta?
El lugar fue descubierto en 1875, cuando el barco "Marina Real Británica HMS Challenge" llegó al lugar y notificó el hallazgo. De inmediato recibió el nombre de “Fosa de la Marianas”, en honor al barco.
El nombre de esta misión era “Challenger”, que tenía como objetivo realizar la primera exploración oceanográfica con base a las características de la zona.
Esta misión era muy difícil por la presión que este abismo suponía, porque la magnitud de su profundidad, lo es aproximadamente mil veces más que la presión que existe en la superficie. De la misma forma en esta misión “Challenger” se estimó que su profundidad era de 8,148 kilómetros, pero años atrás estudios permitieron obtener una cifra más exacta.
¿Cómo se midió?
El doctor David Barclay, hizo estudios de la zona en 2014, operando sus dos grandes creaciones, el “Deep Sound Mark II” y el “Deep Sound Mark III”, que descenderían al fondo del Challenger, pero uno de ellos explotó y solo fue posible recuperar al Mark II.
Ambas creaciones de Barclay usan la medición de las ondas sonoras, uno de los métodos marítimos más recurrentes ejecutados en la cartografía marina.
Años más tarde, Scott Loranger, oceanógrafo acústico, escuchaba las grabaciones de David Barclay, cuando se topó con la sorpresa que había un ruido que indicaba el rebote de Mark II. El eco había viajado 40 kilómetros, lo que indicaba que el Challenger era más profundo de lo que se imaginaban, alcanzando los 10,983 kilómetros.
En 1960, el oceanógrafo suizo Jacques Piccard y el teniente de los Estados Unidos, Don Walsh, fueron las primeras personas en descender las profundidades de este abismo.