Teodoro Palacios Flores nació en Lívingston, Izabal, el 7 de enero de 1939, y creció enfrentando adversidades que forjaron su carácter y lo impulsaron a convertirse en una leyenda del deporte
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Su madre falleció cuando él apenas tenía 2 años, por lo que se mudó con su abuela materna, quien lo cuidó hasta que cumplió 8, pues ella también murió.
Luego vivió con una tía por algunos años, hasta que decidió establecerse en la cabecera departamental, Puerto Barrios, donde logró subsistir gracias a varios oficios, entre ellos siendo lustrador y lavando trastes.

Su sueño era jugar futbol, pero su destino estaba en el aire. Fue en el salto alto donde encontró su grandeza: en 1960 impuso un récord de 2.10 metros en el estadio Mario Camposeco, que estuvo vigente por más de cinco décadas.
Al año siguiente, se colgó el bronce en el Campeonato Mundial Bajo Techo en Nueva York, uno de los hitos más grandes de su carrera deportiva.

Durante 13 años brilló en el atletismo, consiguiendo tres medallas de oro en Juegos Centroamericanos y del Caribe, así como otra presea dorada en los Primeros Juegos Iberoamericanos de 1960.
También dejó huella como seleccionado nacional de baloncesto, donde consiguió el tercer lugar del Campeonato Centroamericano en Panamá, 1962. En la liga nacional jugó para los equipos Leones de Marte y Hércules, saliendo campeón en ambos.

Fue abanderado de Guatemala en los Juegos Olímpicos de México 1968 y, en 1970, viajó a Estados Unidos para continuar su educación. Estudió la secundaria por madurez y luego se graduó como licenciado en educación bilingüe en Chicago State University.
Palacios, quien puso en alto el nombre de Guatemala e Izabal, falleció el 17 de agosto de 2019, pero su legado vive en la historia deportiva del país.
