Para comprar comida rápida o medicamentos: a los estadounidenses siempre les han encantado las ventanillas para ordenar desde el automóvil. Y ahora, por la pandemia del coronavirus, tendrán otro servicio en la lista: las confesiones católicas.
Con su iglesia cerrada debido al brote, el sacerdote Scott Holmer recurrió a este método para que los fieles puedan confesarse en estos tiempos de crisis.
Todos los días, excepto el domingo, y si el clima lo permite, se sienta en una silla de madera con su túnica sacerdotal en el estacionamiento de su capilla en Maryland, y realiza una serie de confesiones y bendiciones sin contacto.
Conos de tránsito y un letrero guían a los vehículos fuera de la St. Edwards Church, en Bowie, un pequeño pueblo a unos 20 kilómetros de Washington DC.
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Los conductores bajan sus ventanillas y confiesan sus pecados al padre Holmer, quien, después de algunas palabras de aliento, otorga la absolución.
Al sacerdote se le ocurrió la idea la semana pasada después de ver a Corea del Sur organizar pruebas de coronavirus a los automovilistas.
"La diócesis canceló a todas las misas para frenar la propagación de la infección", dice a la AFP, pero detalla que había dudas sobre qué se haría con la confesión.
"Así que dije, me pondré en el estacionamiento, y de esa manera puedo evitar contagiarme y la gente puede evitar cualquier transmisión. Es al aire libre, por lo que hay un flujo de aire y todas esas cosas buenas".
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Holmer se encarga de mantener una distancia segura entre él y sus feligreses, a quienes les pide que se queden en sus vehículos.
Para parejas o familias, cada persona se turna para sentarse en el asiento del conductor. Y para aquellos que quieren una confesión anónima, el sacerdote se cubre los ojos con un pañuelo.