Ricardo Bressani fue un genio guatemalteco, un bioquímico que inventó la fórmula patentada de la Incaparina en 1959. Un producto insigne de la propiedad intelectual en el país, pues al mezclar la harina de maíz con la de soya no solo fue un baluarte para luchar contra la desnutrición, sino también un producto exitoso.
Actualmente, la Incaparina se vende en seis países y cuenta con más de 70 mil clientes que la consumen asiduamente en toda Guatemala. Dicho éxito fue reconocido durante la semana por la Cámara de Comercio Guatemalteco Americana (AmCham, por sus siglas en inglés).
Central de Alimentos, S.A. es la empresa que en la actualidad distribuye el producto, una marca que cuenta con contratos de distribución en El Salvador, Honduras y Nicaragua. En menor medida también se vende en Costa Rica, Panamá y República Dominicana.
Murió insatisfecho
Sin embargo, el doctor Bressani se llevó a la tumba una inquietud. Pese a los reconocimientos a nivel nacional e internacional por su trabajo para desarrollar alimentos y suplementos nutricionales, el bioquímico murió “insatisfecho” por los pocos avances en la lucha contra la desnutrición en Guatemala.
Rodolfo Bressani, el hijo del inventor guatemalteco, contó durante la ceremonia de entrega de un reconocimiento a su padre por parte de Amcham que el bioquímico pudo ver de primera mano el sufrimiento de los niños por la desnutrición.
Rodolfo contó que su padre tuvo la oportunidad de visitar algunas comunidades en los municipios de Camotán y Jocotán en el departamento de Chiquimula en compañía de un vicepresidente. “Mirábamos niños con hambre e hinchados por los parásitos y eso lo decepcionó”, afirmó el hijo.
Según reportes de UNICEF, en Guatemala, cuatro de cada diez niños (el 43.4 %) menores de cinco años padece desnutrición crónica.