Blanca Stalling llegó a su audiencia con traje sastre de seda, collar de perlas y un recogido francés en el pelo.
Según ella, iba de boda, no como hace dos meses, cuando la sorprendieron en una abarrotería de la zona 9, con peluca, chancletas y pistola, disfrazada de fugitiva de película mexicana.
Al parecer, le funcionó a la abogada eso de recuperar el glamur y hacer valer, una vez más, las influencias cultivadas a lo largo de su carrera. La Sala Tercera de Apelaciones del Ramo Penal le concedió el deseo de recuperar su libertad, a cambio de una fianza de 300 mil quetzales.
El fallo, que contó con un voto disidente, es una barbaridad. En este proceso, Stalling ha demostrado con creces dos cosas: primero, que con ella hay peligro de fuga y segundo, que si alguien maneja influencias en el Organismo Judicial es su persona. ¡Si de eso precisamente es de lo que está acusada!
El día en que fue capturada, su abogado logró, sabe Dios con qué palancas, “recuperarle” el teléfono celular, en vez de que este permaneciera bajo custodia de la Fiscalía.
Mucho se habló entonces de que también “se perdió” la peluca con la que Stalling pretendía disimular su identidad. El hecho llamó la atención, no solo por el peculiar “look” que le daba a la magistrada, sino porque evidenciaba la intención de escapar.
Stalling es conocida por sus peinados altos y sus trajes de dos piezas, como los de las reinas, en todos los tonos de las nieves de helado. Seguro, algo se traía entre manos al salir a la calle en “yoga pants” y esa peluca de Príncipe Valiente.
En esos extravíos de la cadena de custodia de la evidencia, la peluca fue el detalle jocoso y el teléfono, el preocupante.
Ese aparato debió ser investigado por el MP. Ya se imaginan qué mina podía haber ahí de llamadas y mensajes de Whatsapp con todo el Mariscal Zavala y la red que opera para ellos, dentro y fuera del Estado.
La prisión no debe ser el destino de todos los sindicados. Muchos de ellos deberían obtener medidas sustitutivas: en especial cuando lo permite la ley y ellos han manifestado la voluntad inequívoca de colaborar con la justicia, en vez de tener lista la maleta en el carro para salir corriendo a perderse en Belice.
La magistrada Stalling está acusada de presionar a un juez a favor de su hijo. ¿Qué se puede esperar que haga si recupera su libertad? ¿Qué puede esperar el juez que la denunció, si sus propios colegas la sueltan así de fácil?
Pues están sabidos, la defensora estrella está a sus anchas para moverse a favor de los presos VIP que poco a poco, se han convertido en un factor desestabilizante de poder.