El 1 de noviembre, Día de los Todos los Santos, es el día en que un viento frío y fuerte se desprende de los cielos para permitirle a las familias, que recuerdan con amor a sus seres queridos, enviar una humilde plegaria al cielo en memoria de todos aquellos que ya no están y que hoy fueron recordados en cementerios, con fiambres y coloridos barriletes.
La tradición se realiza en todo el país, desde cualquier punto, no importando si es un cementerio o no, los guatemaltecos viven el 1 de noviembre de cada año volando un barrilete, ya sea en memoria de sus seres queridos, para espantar al mal o para divertirse.
Sin embargo, el principal punto de celebración y elevación de los barriletes es en San Agustín, Santiago y Sumpango, Sacatepéquez, donde los pobladores elaboran barriletes gigantes los cuales buscan ser el canal de comunicación entre los muertos y los vivos.
Cuenta la tradición oral de Sumpango, que el origen de los barriletes se debe a que el cementerio era invadido por espíritus malignos cada 1 de noviembre; estos cometían fechorías en todos los pueblos. Los abuelos mayas resolvieron que la única forma de alejar la maldad del lugar era hacer que el viento chocara con trozos de papel y el sonido los ahuyentaría.
Materiales y elaboración
Los barriletes cuentan con una armazón que se forma con caña de veral, caña de bambú u otros, que se utilizan dependiendo del tamaño del barrilete que se elaborará. Actualmente, muchos de los más pequeños se elaboran con varillas de plástico.
La tradición remarca que la estructura debe trabajarse durante la noche del 31 de octubre. En Sumpango, este trabajo se realiza en lugares abiertos, pero el papel que adorna el barrilete se trabaja 45 días antes, con más de 35 personas trabajando ya que los detalles, mensajes y pinturas son tan complicadas que hacerlos en una noche resultaría imposible.
Ya sea para alejar a los malos espíritus o para enviar un mensaje a los difuntos, el barrilete forma parte de la cultura de Guatemala, una tradición que se niega a morir.