Cuando otras ciudades de Latinoamérica parecen débiles frente a la propagación de la pandemia, Medellín ha conseguido mantenerla a raya, las cifras hablan por sí solas: solo 741 casos, 10 pacientes en la Unidad de Cuidado Intensivos y 4 muertos, ninguno desde hace 5 semanas.
¿Cuál ha sido la clave? Una respuesta temprana, una aplicación que ayuda a rastrear los brotes y un sistema de salud capaz de tratar a los enfermos de Covid-19 antes de que su estado sea crítico.
En Medellín, por cada caso diagnosticado se hacen 40 pruebas, el doble de la media nacional en Colombia, pero además a los que dan positivo se les da un oxímetro para controlar su nivel de oxígeno en sangre y tratarlos cuanto antes.
Pero hay otro factor decisivo en la batalla contra la pandemia que Daniel Quintero, alcalde de Medellín, pone de relieve.
"Con quienes primero nos enfocamos fue con aquellas familias que tenían al menos un hijo, y esto realmente significa una gran diferencia con respecto a lo que hicieron otras regiones. En Santiago de Chile, hace 15 días se dieron cuenta que un problema epidemiológico era que la gente no tuviera qué comer, o sea que un problema social acrecentaba los problemas epidemiológicos. Si un padre no tiene con qué alimentar a su hijo el próximo día, no hay ninguna cuarentena que sea capaz de tenerlo en casa”, explica Quintero.
Como tantas otras ciudades de Latinoamérica, Medellín tiene muchos habitantes pobres, pero la municipalidad reaccionó pronto para paliar la escasez de alimentos en los barrios más necesitados.
Con todo la amenaza persiste: aquí el paro ha subido al 17.3% el más alto en 18 años, y se espera que el pico de la pandemia llegue en julio o quizás en octubre.
La desescalada ya ha provocado un aumento de los casos de 5 a 16 al día. La batalla de Medellín todavía no ha terminado.
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