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Cómo una "simple" mordida de gato puede ponerte en riesgo. ¡A mí me pasó!

  • Por Erivan Campos
22 de agosto de 2019, 06:30
Aquí el culpable de toda la historia. (Fotomontaje:Erivan Campos)

Aquí el culpable de toda la historia. (Fotomontaje:Erivan Campos)

Tengo un vecino de cuatro patas, llevamos ya medio año de vivir puerta con puerta y conocernos, es un gato negro de más de cinco años que, por cierto, es un amor.

Nunca hemos tenido mayor problema, lo llamo y llega a mí, lo saludo y sale de su casa a recibirme, un buen vecino, digamos.

Con lo que no contaba es que hace una semana exacta, mientras acariciaba su lomito, algo lo asustaría en el patio y ahí es donde realmente comienza mi historia.

¡Zaz!, solo sentí un dolor penetrante en la mano. El “Chato” como se llama, me había mordido y la sangre comenzó a correr tan escandalosa como podía.

El gato en cuestión.
El gato en cuestión.

Acostumbrada estoy a los malos tratos de los gatos y al amor salvaje de los perros, así que solo corrí al baño a limpiar la herida con jabón y agua oxigenada. Cubrí con unas curitas y ya, a seguir la vida normal.

Me reí con el doctor, pero la receta no fue graciosa

Pasó un día y la herida seguía viva, pasaron dos y ya era molesto, incluso el más mínimo movimiento. La zona de la mano se enrojeció e inflamó hasta alcanzar unas dos veces su tamaño. Todos los dedos de la mano hinchados. Consideré que ya era necesario avisarle al médico y con la vergüenza del mundo le confesé: “Un gato me mordió”.

Tras las risas del galeno y mías, el susto que me dio su respuesta: “Vas a tener que ir a que te inyecten contra el tétanos”

Sí, debía ir a un centro de salud a que me inyectaran aunque hubieran pasado ya dos días. Debía también empezar a tomar antibióticos.

La mordida. Ni siquiera era tan grande.
La mordida. Ni siquiera era tan grande.

Mi paso por el IGGS y el centro de salud

Por horarios ya no encontré el centro abierto, fui al IGSS donde me inyectaron antibióticos y me entablillaron el área, toda la mano inflamada y roja. Debo decir que en el IGSS también tuve que reírme de mí desgracia junto con una enfermera y dos médicos. Preguntaban “¿Pero usted le jaló la cola o le hizo algo?”, ¡cómo les explicaba que mi vecino solo es bipolar, como todos los gatos del mundo!

La vacuna la recibí hasta la semana siguiente. La mano estaba rara, con la piel escamosa, con las heridas de los colmillos todavía claras y frescas.

-“¿A qué viene?”, me dijeron en el centro de salud

-Me mordió un... (daba vergüenza decir gato) “animal”

-¿Qué animal fue?

-Un gato (risas de la enfermera y del de atención)

He de confesar que ya haciendo cola para que me atendiera el médico del Ministerio de Salud, aún pensaba en escapar del pinchazo, pero no.

Frente a la doctora todavía dije cosas como “pero si yo lo conozco”, “el gato no tiene rabia”, ya en las cansadas le dije “si es mi vecino”. Pero no, nada funcionaba. Había que vacunarme contra la Rabia y el Tétanos.

Ocurre que el gato, este año no ha sido vacunado contra la rabia y eso ya era suficiente para que me vacunaran a mí, aunque a él no.

Hacerme la valiente

Fue entonces que hice alarde de la actuación aprendida en mis películas favoritas de Hollywood, mi hijo estaba a la par, riéndose por cierto, y me recordó todas las veces que le he dicho “solo va a ser un pinchazo”.

Dos vacunas, dos colas, dos médicos, dos enfermeras, dos gatos, los que yo he tenido y nunca me habían mordido como el vecino.

Mi hijo y uno de mis gatos.
Mi hijo y uno de mis gatos.

¿Murciélagos?

Intentando pasar el momento y evitando ver la inyección en la mano de la enfermera le pregunté si eran frecuentes estas vacunas. Me dijo que sí, “mire” y me señaló con el dedo, “todos ellos son por mordedura”.

El listado no era corto y por día habían tres o cuatro, y la sorpresa fue que llegan personas mordidas por perros, gatos e incluso murciélagos.

¡¿Cómo te puede morder un murciélago?!, asumo que con la misma mala pata con la que me mordió con saña un gato.

Jamás le he puesto un pero a tocar a algún animal, el que sea, pero a partir de hoy, lo pensaré bien, dos y tres veces: 

via GIPHY

 

No puedo subir los brazos

Dos vacunas y cinco fechas próximas para vacunarme, porque no es una única dosis. Del tétanos son tres y de la rabia son cuatro. Tan doloroso como aburrido ha de ser ir a las sesiones de vacunas, que incluso te hacen firmar un acta donde te comprometes a asistir en las fechas indicadas y a hacerte responsable de lo que ocurra si no vas.

Ahora deberé pedir permiso para ausentarme unas horas esos días e ir a vacunarme, deberé ver que vacunen al vecino (porque incluso hay carné para él) y deberé apuntar en alguna libreta: No debo acariciar animales que no sean los míos.

Hoy estoy de malas, me duele la cabeza y es normal, en un brazo llevo tétanos y en el otro rabia, en cantidades tan pequeñas que mi organismo sea capaz de crear anticuerpos y esté listo para vencerlas cuando vengan. No puedo subir los brazos ni dormir de lado y tengo a mi hijo y mi pareja preguntándome por qué me siento de malas.

Ya pasará el malestar y el dolor será solo en unos días específicos, ya se dejarán de reír de mí los galenos y las enfermeras y mi cuerpo tendrá inmunidad. 

via GIPHY

 

¿Qué aprendí con todo esto?

Parecerá exagerada la historia, pero ni la rabia ni el tétanos tienen cura, ambos matan y son muertes dolorosas. Ocurren en nuestro país y por eso es el extremo cuidado de los encargados de salud.

Las recomendaciones de todos los médicos que vi fueron las siguientes: si te muerde un animal (gato, perro, rata, murciélago, incluso serpiente) se debe ir inmediatamente al centro de salud más cercano y de emergencia pedir las vacunas, no es opcional, ¡las vacunas son obligatorias! sobre todo, si la mordedura fue en el rostro o manos.

No se debe jugar a la ruleta de ver si nos toca o no, se debe accionar pronto y es mejor prevenir que lamentar.

Si se lo preguntaron, la vacuna que más duele es la antitetánica, la molestia de la antirrábica es menor. Pero todo vale la pena con tal no poner en riesgo tu salud.

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