En una isla noruega a una hora de Oslo, 115 reclusos cultivan la tierra, producen leña, van a la playa, esquían y cumplen sus condenas. Es la prisión de Bastoy, premiada en 2014 por "promover los valores humanos y la tolerancia".
Es una isla deshabitada de poco más de 2.6 kilómetros cuadrados, los reos viven en un régimen abierto, los condenados trabajan y tienen tiempo libre para pescar en el verano o esquiar en el invierno, viven en cabañas y cuidan el ecosistema.

Nadie es enviado directamente a Bastoy, llegan aquellos que logran comprobar que pueden estar en un ambiente de baja seguridad y que quieren reintegrarse a la vida social de manera positiva. Por eso mismo no van solamente delincuentes menores: la población de la isla tiene violadores y asesinos.
En un artículo reciente de The Economist se narró que un ferry, operado por dos reclusos, lleva al personal a la isla (prisión) y solo cinco personas y el director duermen en ahí, y aunque nadie más viaja en la embarcación, jamás se les ocurre secuestrarla y huir.

El periodista que realizó la visita describió que cuando subió, le ofrecieron café caliente.
Los reclusos pueden recorrer la pequeña isla a gusto, a excepción de las horas de descanso. Se hace un conteo cuatro veces al día para verificar que todos estén y desde su creación ninguno a escapado.

La prisión se organiza como un pequeño pueblo, edificios, caminos, playa, paisaje cultural, cancha de futbol, una biblioteca, tienda, oficina de información, puesto de salud, iglesia, escuela.
Los reos no tiene acceso a teléfonos móviles, en la isla hay cinco teléfonos públicos en las instalaciones.

* Tomado de Infobae