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Así viví el terrible tráfico de la Aguilar Batres

  • Por Soy502
19 de octubre de 2018, 12:40
Largas filas de vehículos en la cuesta de Villa Lobos. (Foto: Soy502) 

Largas filas de vehículos en la cuesta de Villa Lobos. (Foto: Soy502) 

A las 4:00 de la tarde empecé a pensar en salir de la oficina, pero en cuanto pasó la idea por mi cabeza escuché la primera bocina. Desde la ventana, se miraban dos cosas unidas y constantes: la lluvia, que se hacía más fuerte a cada minuto, y la fila de vehículos, que se volvía más lenta. 

La esperanza de llegar a casa a buena hora, cenar tranquilo y descansar se desvaneció. Este jueves en la Ciudad de Guatemala, especialmente en la salida hacia el sur, no se podía definir con otra palabra que no fuese "caos". Un recorrido que con el tráfico normal requiere unos cuarenta minutos se volvió un viaje de cuatro horas. En mi cabeza hacía cuentas: en ese tiempo habría podido llegar a Panajachel sin problemas.

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Sin embargo, la grave situación había iniciado varias horas antes. Mientras la mayoría de personas dormía en Villa Nueva, considerada una ciudad dormitorio, un camión derramó combustible en la cuesta de Villa Lobos. La cantidad fue tal que amaneció sin que se resolviera el problema.

Las autoridades de la Policía Municipal de Tránsito de Villa Nueva echaron tierra sobre el diésel tirado, lo que convirtió este importante tramo carretero en una calle de terracería de más de 200 metros. 

Un vehículo se calentó por el largo tiempo que pasó en el tráfico. (Foto: Soy502)
Un vehículo se calentó por el largo tiempo que pasó en el tráfico. (Foto: Soy502)

Decenas de vehículos se quedaron varados. Así que, allí estaba, haciendo cola desde las 5:15 horas, literalmente, desde la esquina de mi casa. Llegué al lugar del problema a las 6:30 y luego pude avanzar sin problemas. Llegué a las 7:00 a la oficina, mientras leía que centenares de personas no tuvieron tanta suerte y pasaron hasta cuatro horas atrapadas en sus vehículos. 

Esas mismas personas que llegaron tarde, muchas de las cuales recibieron regaños de sus jefes, debieron, ocho horas después, volver a subir a sus vehículos y enfrentar una nueva cola. Mi papá me contó que salió a las 4:00 de la tarde de la zona 9 y logró llegar cinco horas después, a las 9:00 de la noche, a San José Villa Nueva. 

Más de 45 carros se descompusieron en el tráfico, según la PMT. (Foto: Soy502)
Más de 45 carros se descompusieron en el tráfico, según la PMT. (Foto: Soy502)

A esa misma hora, yo estaba pasando sobre el Periférico, haciendo esfuerzos por incorporarme a la calzada Aguilar Batres y respetar las señales de tránsito al mismo tiempo. Los conductores que se creían muy listos por meterse contra la vía para avanzar no lograban entender que solo hacían el problema aún mayor. 

Cuando pasaba bajo el puente del Periférico, ya sobre la Aguilar Batres, el sonido de una trompeta me llamó la atención. Un anciano tocaba, ya sin afán de pedir dinero, pero con bastante concentración. El sonido de la trompeta, que siempre me ha parecido triste, le dio un acompañamiento perfecto a las miles de luces rojas que miraba frente a mí hasta que varios vehículos decidieron romper las reglas y pasar a toda velocidad sobre el carril del Transmetro. 

 

 

Metros adelante, los encontré tratando de regresar a los carriles normales de la Aguilar Batres con un agente de PMT frente a ellos tomando su número de placa y un Transmetro tratando de pasar atrás. 

Los carros sobre el carril del Transmetro, tratando de volver a las vías normales y provocando más tráfico. (Foto: Soy502)
Los carros sobre el carril del Transmetro, tratando de volver a las vías normales y provocando más tráfico. (Foto: Soy502)

El tráfico te roba a diario varias horas de tu vida. Este jueves con certeza me robó más de seis, aunque sé que a otras personas les quitó hasta diez. 

Llegué a mi casa cerca de la medianoche e hice lo único que pasé deseando todo el día: abrazar a mi familia. En horas, habrá que salir para hacer una nueva fila, para pasar horas junto a otros vehículos de extraños. Suspiro y pienso en el cuento de Cortázar, aunque tengo la certeza de que mi destino final no es París. 

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