No es como en otros países, como en México, sin ir tan lejos. Primero, quisiera definir farándula como ese mundillo de gente famosa que se vuelve tema de conversación con nuestros amigos, sobre todo para criticarlos.
A falta de cantantes famosos y actores de cine guatemaltecos sobre quién “chismear”, nuestra mejor opción ha sido enfocar nuestros mordaces comentarios en contra de los políticos, quienes han aprendido a darnos material, incluso para “memes”.
Roxana Baldetti y Otto Pérez Molina, son miembros de esa clase política farandulera, aunque hay muchos diputados y algunos otros funcionarios estatales, que nos dan de qué hablar, y no necesariamente por sus buenas propuestas políticas. Claro está, hay algunos buenos políticos, muy serios y que cumplen su labor, pero son los menos.
Hay otros políticos faranduleros que se ganaron un espacio dentro de los comentarios populares por su vida anterior. Tal es el caso de Dwight Pezzarossi, conocido futbolista, a quien le dio por entrarle a la política sin mayor experiencia y con los malos resultados a la vista.
Quizá ya ustedes me entendieron: ante la falta de reconocidos artistas que son centro de comentarios por su vestimenta, caídas o divorcios, nuestros políticos han asumido ese espacio.
Así de triste es nuestra política, que es más farandulera que socialmente vinculante.
Y más aún, si pensamos que la mayoría de exfuncionarios del Partido Patriota ahora está en prisión preventiva, por diferentes delitos y casos de corrupción: cada aparición pública los hace más faranduleros y pueden llamar la atención de los ciudadanos, sobre todo en las redes sociales.
Por ejemplo, Daniela Beltranena, la exdiputada y exasistente de Baldetti, genera mucha atención en cada vez que aparece en Tribunales, no solo porque es pieza clave para entender la corrupción de la exvicepresidenta, sino también por su belleza física.
Pero terminé de comprender el vacío de una buena farándula, que nos entretenga en nuestras conversaciones con los amigos, cuando vi que un supuesto ladrón de carros fue capturado y las redes sociales empezaron a comentar a su favor como el “delincuente más guapo de Guatemala”.
Con ello definitivamente ha llegado al punto más alto de fusión entre la política, la delincuencia y la farándula guatemalteca, pero no por ello me estoy refiriendo a los cantantes o actores, que en términos generales andan bien portados, a menos que se quieran meter a políticos y salgan con las colas machucadas.
Una de dos: o nuestra clase política empieza a dejar de meterse en clavos y a proponer iniciativas más serias, o nuestra farándula empieza a generar más actividad para que podamos comentar sobre ellos.
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