Una tarde de febrero, mientras se colocaba hielo en el ojo para reducir la hinchazón que le dejó la última borrachera de su esposo, Elizabeth se levantó sorprendida del sillón al escuchar que un golpe seco ponía fin a una declamación de las palabras que cada semana la herían tanto. Sin embargo, esta vez no venían de la boca de su pareja, era el pequeño José, quien las repetía previo a darle un manotazo en la cara a su hermana de tan solo 3 años. Fue entonces que la veinteañera decidió convertirse en una de las 59 mil 575 mujeres que en 2016 denunciaron algún tipo de violencia ante el Ministerio Público (MP).
Hace unos días, en el marco de la inauguración de la Secretaría de la Mujer del Ministerio Público, la fiscal general Thelma Aldana resaltó que el delito más denunciado ante esa entidad es precisamente la violencia de género. Estadísticas de 2015 y 2016 lo confirman, ya que este ilícito enmarcado en el Decreto 22-2008 ocupa el primer lugar de las acusaciones en 18 de los 22 departamentos que conforman Guatemala.
La vocera del MP, Julia Barrera, explicó que tras la entrada en vigencia de la Ley contra el Femicidio y Otras Formas de Violencia contra la Mujer, la cultura de denuncia en este sector de la población ha venido en aumento, alcanzando 57 mil 523 casos nuevos en 2015 y los ya referidos en 2016.
A decir de Barrera, el tipo de violencia contra la mujer más denunciado es el de caracter físico, seguido del sexual y psicológico. En el polo opuesto de la estadística está la económica, que se convierte en la que menos investigaciones ha motivado.
Según su experiencia en algunos litigios, Paula Barrios, coordinadora de Mujeres Transformando el Mundo (MTM), sitúa en primer lugar la violencia sexual y destaca que en un 30 % de los casos es cometido por el padre biológico y un 70 % por una persona cercana, entiéndase familiar o amigo de la víctima.
El Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM) detalla que la mayoría de personas que se refugia en los Centros de Apoyo Integral para Mujeres Sobrevivientes de Violencia (Caimus) ha sufrido violencia física por parte de sus parejas sentimentales.
Al regresar a casa de su hermana luego de haber interpuesto una denuncia por violencia física contra el hombre con el que compartió un hogar en los últimos cinco años, Elizabeth empezó a experimentar un sentimiento de culpa. "No puedo enviar a prisión al padre de mis hijos", pensaba la mujer mientras sacaba de su bolsillo los 50 quetzales que le quedaban.
Unas semanas después, el apoyo de su familia logró poner fin a las dudas de Elizabeth, pero se enfrentaba a un nueva dificultad. Cada vez que era rechazada en alguna empresa en la que aplicó para un empleo, la voz de su esposo diciéndole que era una "inútil" resonaba en su cabeza. Cuando sus hijos se quedaban dormidos, la idea de que su pareja tenía razón revoloteaba en su mente y no podía evitar derramar algunas lágrimas.
Paola Camo, psicóloga de uno de los Caimus del GGM, asegura que tras romper el silencio muchas mujeres pueden arrepentirse al enfrentar la estigmatización que rodea a una separación y el estrés de la búsqueda de un empleo con una denuncia de violencia en su récord en Infornet.
De tal cuenta, una cifra considerable de mujeres regresa al Ministerio Público con el propósito de retirar la denuncia, explica la portavoz de la entidad. Sin embargo, destaca que aunque esto pase la investigación se mantiene debido a que hay un indicio de una conducta ilícita.
Sentimientos de fracaso, frustración, baja autoestima y depresión son algunas de las consecuencias psicológicas que experimenta la víctima de algún tipo de violencia, añade Camo. Además, advierte que la atención también debe extederse hasta los hijos, pues en la mayoría de los casos el ciclo se replica cuando ellos son adultos.
La experta concluye que el hecho de que la violencia contra la mujer sea el delito más denunciado puede significar dos cosas para el país: que la cultura de denuncia se ha propagado, lo cual es indispensable para poner fin a ese mal; o que, por el contrario, la cultura machista se ha fomentado y cada vez existen más opresores que pueden llegar al extremo de un intento de femicidio.
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