Carsyn, una joven de 17 años, es considerada la víctima mortal más joven hasta ahora, por Covid-19, en Fort Myeres, Florida, Estados Unidos.
Dos semanas antes de enfermar, la joven había asistido a una iglesia con otras 100 personas, sin mascarilla y sin respetar el distanciamiento social, pese a las recomendaciones de los expertos en salud.
Dos días después del evento, Carsyn comenzó a sentir dolores de cabeza, sinusitis y tos leve, síntomas que la familia vinculó con una infección que fue tratada con azitromicina, un antibiótico que se está estudiando como un posible tratamiento contra el Covid-19.
Cuando comenzó a desarrollar los síntomas de la enfermedad, sus padres la trataron en casa durante casi una semana con hidroxicloroquina, un medicamento utilizado contra la malaria y promovido por el presidente Donald Trump, pero totalmente desaconsejado por los expertos, por su poca eficiencia y altos riesgos.
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Informe médico
A casi una semana de enfermar, la madre dijo que la joven se veía "gris" mientras dormía, fue allí cuando empezó a aplicarle el medicamento. Al ver que no mejoraba, los padres intentaron conectarla a un tanque de oxígeno utilizado por su abuelo, pero tampoco dio resultado.
Al no haber mejoría, la joven fue trasladada al hospital, donde optaron por un tratamiento de plasma, tras negarse a intubarla, pese a la recomendación de los médicos. Finalmente falleció, dos días después de su 17 cumpleaños.
La joven había batallado con una serie de problemas de salud durante años, como un raro trastorno del sistema nervioso, una enfermedad autoinmune y obesidad, por lo que murió por complicaciones derivadas del coronavirus, precisa el informe forense.
Bajo supervisión médica
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) revocó la autorización del uso de la hidroxicloroquina, y de la cloroquina, luego de que varios estudios no demostraran sus beneficios, comparado con los riesgos que conlleva para la salud de los pacientes.
La agencia federal había avisado que estas medicinas podían causar arritmias cardíacas, pero posteriormente autorizó a los hospitales a administrarlas para tratar a pacientes cuya vida corría un peligro inminente, pero solo bajo supervisión médica. Finalmente, dicha autorización también fue cancelada debido al alto riesgo.
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