Se quitó el cero el gobierno de Jimmy Morales. El cobro de casi 800 millones de quetzales de la Superintendencia de Administración Tributaria a la empresa Aceros de Guatemala constituye un hito histórico.
Si el gobierno quería demostrar que puede doblarle el brazo a los empresarios que alguna vez fueron intocables, lo logró.
En un solo pago, con un cheque contante y sonante, la hacienda pública recuperó todos los impuestos adeudados, más una multa de varias veces el total de la deuda e intereses moratorios. Como bien dijo el Super luego de cobrar, "sale más barato pagar impuestos que evadirlos".
El ministro de Finanzas, Julio Héctor Estrada, añadió enfáticamente que el objetivo de las autoridades no es penalizar los casos tributarios, sino recuperar el dinero que se le debe al Estado y dejar muy claro que no habrá excepciones. Quienes incumplan la ley, se verán la cara con los intendentes y los fiscales en las cortes.
El pago de Aceros de Guatemala significa también un respiro para las finanzas públicas. Con ese pago, uno nada más, se ha llegado a la meta fiscal del primer cuatrimestre. El agujero de recursos proyectado para este año era de más o menos 2 mil 500 millones de quetzales, ha indicado el ministro Estrada, pero con el pago de 800 millones, la "R" (como decían en los audios de La Línea al referirse a la 'recaudación', ahora sí se va para arriba).
Con dos casos más como este, los más graves aprietos financieros del Estado deberían llegar a su fin. Me imagino que serán muchos los morosos que ya andan viendo de dónde sacan "una tacita con agua" para pagar y evitarse problemas.
Eso sí, ahora hay que ponerle el ojo a los recursos para que no los hagan piñata. Por ahí se oyen ya quiénes son los manos largas de este gobierno: cuidado se sueltan porque la vindicta popular será estrepitosa.
Además, vale la pena añadir que si bien las autoridades han suspendido la intervención de Aceros de Guatemala, el caso penal contra los funcionarios y asesores de la siderúrgica sigue su curso. Quienes crearon empresas de cartón, crearon facturas falsas, las llenaron con nombres de difuntos, falsificaron formularios y sellos, se inventaron costos y así intentaron asaltar al fisco, siguen teniendo cuentas pendientes con la justicia.
Este caso ha permitido desenmascarar prácticas no solo corruptas, sino aborrecibles por burdas y descaradas. ¿Qué puede ser más canalla que tratar de robarse el IVA, el impuesto que pagamos todos, desde el potentado en lujoso centro comercial, hasta el campesino que se hace una herramienta de labranza? Solo poner a los muertos a cometer la villanía...
Esperemos que el caso de Aceros siente precedente y que anime a la ciudadanía a velar porque todos cumplamos con nuestras obligaciones y que las autoridades usen bien los recursos que cuestan el sudor de los contribuyentes.