El migrante Sebastián Francisco Pérez murió de insolación mientras trabajaba en un campo de cultivo del condado de Marion, en Oregon, Estados Unidos.
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El guatemalteco llegó a Estados Unidos el 5 de mayo en el vivero llamado Ernst Nursery and Farms, para ahorrar dinero y pagar un tratamiento de fertilidad para su esposa en Guatemala, según explicó Reyna López, directora ejecutiva del sindicato latino Pioneros Campesinos Unidos del Noroeste –PCUN–.
El medio The New York Times, notificó que Pérez debía una fuerte cantidad de dinero al coyote con quien había cruzado la frontera.
Pérez, originario de Ixcán, Quiché, laboró como encargado del riego durante una fuerte ola de calor que afectó el noroeste del Pacífico y que llegó a los 45 grados centígrados.
Sus compañeros lo encontraron inconsciente y aunque le practicaron los primeros auxilios, todo fue en vano.
"Nadie debería morir trabajando", escribió en redes sociales la United Farm Workers.
Loa activistas a favor de los derechos de los agricultores en Estados Unidos afirmaron que su muerte pudo evitarse y que el hecho refuerza la necesidad de que los empresarios provean de áreas de sombra, agua limpia y bebible, así como programas para evitar el calor en las zonas de cultivo.
Compañeros como Lauro Mendoza, mexicano que trabaja en el país del Norte desde 1986, afirmó en una entrevista al diario local The Oregonian, que los contratistas abusan de su poder y mantienen a los empleados en circunstancias infrahumanas.
Pedro Lucas, sobrino del Sebastián, contó a The New York Times que ese día Sebastián no tenía que trabajar pero le pidió su turno para tener mejor paga, que debido al clima era remunerada al doble.
Según las estadísticas del U.S. Environmental Protection Agency, la expectativa de vida de un agricultor en Estados Unidos es de 49 años, comparada a la de 77 años del estadounidense promedio, por las duras condiciones a las que está expuesto.