La crisis sanitaria que afronta Brasil parece no encontrar el descenso en la curva de los casos, y el número de personas que pierden la vida sigue subiendo. Esta situación ha provocado que los cementerios ya no tengan espacio y se busquen alternativas para enterrar a las víctimas de esta enfermedad.
La ciudad de Manaos es una de las que ha tenido que implementar nuevas medidas, para lo que ha sacrificado parte de un bosque tropical, donde se han abierto decenas de fosas donde se realizan entierros diarios.
La primera víctima mortal del virus se reportó el 25 de marzo y los decesos se han incrementado desde entonces. Pero debido a la falta de pruebas, solo el 5% de los más de 4,300 entierros realizados en abril y mayo fueron de casos confirmados de COVID-19, según estadísticas funerarias locales.
Para acomodar la excesiva cantidad de ataúdes, el cementerio público Nossa Senhora Aparecida taló una zona de bosque tropical para abrir zanjas en la tierra anaranjada y sepultarlos allí.
Estas fosas comunes provocaron el enfado de los familiares de los muertos con las autoridades municipales. ¿Por qué los cuerpos de sus seres queridos tenían que ser enterrados de esa forma si no había evidencia de que sus muertes fueron causadas por el Covid-19?, preguntaron.
Las autoridades brasileñas, encabezadas por el presidente Jair Bolsonaro, han restado importancia a la enfermedad que empezó a afectar ese país a mediados de marzo, y para el 23 de ese mes ya había 32 casos, algunos de transmisión local.
Un mes después, los hospitales de Manaos estaban desbordados con miles de casos y cientos de fallecidos.
“Es una escena en vida de una película de terror. El estado ya no es de emergencia, sino de calamidad absoluta”, describió en mayo el alcalde de la ciudad, Arthur Virgilio Neto, un feroz crítico de la gestión de Bolsonaro, a quien llegó a tildar de “loco” en las redes sociales.
En Manaos morían en promedio entre 20 y 30 personas al día, pero la cifra subió a “más de 100” diarias y colapsó el deficitario sistema de salud.
El alcalde también denunció la llegada del virus a las alejadas comunidades indígenas de este estado y el aumento de la deforestacion.
Sin embargo, el pico de la pandemia parece haber pasado en ese estado. Amazonas, que enumera más de 2,000 muertes y 40 mil casos también empezó el pasado lunes su desescalada por ciclos. Según el Gobierno regional, los contagios de la enfermedad han disminuido y por eso permitieron la flexibilización gradual de las medidas de confinamiento con la reapertura en la capital Manaos de los negocios no esenciales.
Brasil registra de norte a sur escenarios diferentes y el nuevo coronavirus se propaga a distintos ritmos, lo que explicaría el aumento del confinamiento en unas regiones y la disminución en otras.
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