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Sí, también se llora de esperanza

  • Por Soy502
17 de mayo de 2015, 00:08
#MarchaPacífica

Venía de la Universidad Mariano Gálvez y llevaba, cargada en el hombro, una bandera enorme que se veía como una ventana azul y blanco, un pedazo de cielo, frente al granito, al mármol y al cemento del Palacio de Justicia.

Los Landivarianos ya estaban listos para recibir a los suyos. Dos jóvenes de la Universidad del Valle de Guatemala, UVG, mi alma máter, colocaban ya una manta para identificarse.

Ahí, frente al Centro Cívico, decidí empezar la jornada el #16M.

Quería ser parte del momento histórico en el que las universidades privadas se unieran en la 18 calle y sexta avenida con los estudiantes de la Universidad de San Carlos, por tradición la más involucrada en la historia del país. 

¿Por qué ahí? Porque quería llevar a mi hija con la juventud y mostrarle que el país nos llama, nos convoca, a los viejos y a los jóvenes, pero sobre todo a los jóvenes, porque están menos contaminados con los odios del pasado, las barreras ideológicas, las distancias entre "guetos" sociales.

Los universitarios que portaban la batuta de la marcha me sorprendieron. Tenían una agenda escrita, ordenada y pensada, con propósitos claros: políticos y simbólicos.

Querían unirse en una columna que se manifestara a una sola voz, con un solo latido, un solo grito: el reclamo de la juventud que quiere tomar por asalto el presente para garantizarse un futuro digno.

Los estudiantes estaban comunicados y organizados. Esperaban con paciencia para ponerse en camino. "El sistema está podrido, el estudiante está unido", mostraba una pancarta con colores psicodélicos. "No somos de izquierda ni de derecha. Somos los de abajo y vamos por los de arriba", se leía en otra. "Queremos políticos, no ladrones", clamaba otro cartel.

Cuando los líderes supieron que los sancarlistas se acercaban, agruparon a sus compañeros. "¡Ojalá vengan listos para cambiar la historia!", arengó uno de los organizadores. 

Con un megáfono improvisado, hecho de cartulina, enunciaron su objetivo. Simple: ¡apropiarse del futuro!. No quieren simplemente sacar a escobazos a los corruptos. Son mucho más ambiciosos: quieren reformas integrales, de la ley electoral y la ley orgánica de la Superintendencia de Administración Tributaria, SAT.

Luminoso cartel bajo la lluvia. (Foto: Fredy Hernández/Soy502).
Luminoso cartel bajo la lluvia. (Foto: Fredy Hernández/Soy502).

Los estudiantes querían también hacer silencio al llegar a la 14 calle del Centro Histórico, frente al Ministerio de Gobernación, durante una cuadra nada más, para honrar la  memoria de los caídos en las luchas sociales. La idea era rendir tributo a los que fueron silenciados, porque estos universitarios claman que eso no volverá a pasar. "Callados e indiferentes, ¡nunca más!".

Encendida pero en orden, la marcha dejó el Centro Cívico para enfilarse hacia la esquina señalada para el encuentro. Los jóvenes gritaban consignas forjadas en años de protestas "¡Pueblo que escuchas, únete a la lucha!", pero también algunas nuevas, coreadas en ritmos de moda "Si nos organizamos, ¡renuncian todos!".

Mientras los estudiantes de las privadas se acercaban al punto, los informes provenientes de la USAC propagaban entusiasmo. "Dicen que no caben en la calle", "Son veinte mil", corría la voz.

En la 18 calle hubo que esperar unos minutos porque la inmensa columna de sancarlistas tardaba en llegar. En ese momento, como si la indignación viniera del cielo, se terminaron de cerrar las nubes. El chipi chipi se convirtió en una lluvia pertinaz. "Ni la lluvia, ni la tormenta, van a detener esta protesta", coreaban a todo pulmón los jóvenes, ya empapados.

Un abrazo simbólico entre sancarlistas y estudiantes de las universidades privadas en la manifestación del #16M.
Un abrazo simbólico entre sancarlistas y estudiantes de las universidades privadas en la manifestación del #16M.

En el momento en que al fin las columnas de universitarios se juntaron, se escuchó un estruendo y la tempestad se abatió, inclemente, épica, sobre los jóvenes que se abrazaban bajo los torrentes de agua. "¡Bienvenidos, bienvenidos!", cantaban los sancarlistas a los landivarianos, a los de la UVG y Mariano. 

La lluvia no detuvo ni la marcha ni la afluencia ni mucho menos la alegría. (Foto: Fredy Hernández/Soy502).
La lluvia no detuvo ni la marcha ni la afluencia ni mucho menos la alegría. (Foto: Fredy Hernández/Soy502).

No sé si bajo esa lluvia impetuosa, incontenible, se notó que yo estaba llorando mientras ellos brincaban tomados de los brazos. "Los estudiantes son, son, son, son..."

También para mí fue una primera vez: no lloré de alegría, lloré de esperanza.

Ojalá en las semanas y meses que sigan, pueda volver a llorar así muchas veces, viendo a mis hijos, a los hijos de mis amigos y a los hijos de tantos que como dijo Marcela Gereda ahora somos "nosotros", reclamar lo que es suyo: esta tierra, en tiempo futuro. 

 

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