Enero se pinta como un mes agitado para la economía global. Por un lado, el petróleo registra la mayor baja de precios desde la crisis financiera de 2008. Por otro, uno de los principales mercados del mundo, la eurozona, enfrenta de nuevo una crisis que tiene como protagonista principal a Grecia, que podría dejar de emplear al euro como moneda.
Cuando se especuló con la misma idea en 2011, el resto del bloque contuvo la respiración. Grecia fue el primer país para el que se desarrolló un paquete de rescate, inicialmente de 110 mil millones de euros, supeditado a un plan de reajuste que cayó muy mal en el país helénico, ya que las medidas contempladas implicaron despidos y reducción de salarios, sobre todo en el sector público.
Después del primer rescate multimillonario vino otro. Y otro. Así hasta sumar 240 mil millones de euros sin que pudiera recuperarse de manera óptima la alicaída economía griega. En 2014 hubo dos huelgas generales. Y el villano preferido de los descontentos ha sido la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional), pues a pesar de que los datos macroeconómicos han mejorado, el paro se ubica en 25.9 por ciento y los sueldos han disminuido en 23.8 por ciento. Todo, en menos de cinco años.
La Organización Internacional del Trabajo advierte sobre “una crisis social prolongada” y la respuesta de los griegos parece ir encaminada en darle la espalda al reajuste. El partido favorito para triunfar en las elecciones del 25 de enero es el izquierdista Syriza. Y quien se alzaría como el nuevo primer ministro es un político joven, Alexis Tsipras que promueve acabar de forma paulatina con las medidas de austeridad.
Sin embargo, muchos considera que el plan de Tsipras podría ser incompatible con mantener a Grecia en la eurozona y que el plan del partido de izquierda haga retroceder los avances alcanzados. Por otra parte, Alemania ya no frunce el ceño ante la perspectiva de que Atenas diga adiós.
Según dio a conocer la revista Der Spiegel, la canciller alemana Angela Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, estiman que la eurozona ha progresado lo suficiente desde 2012 y creen que “el peligro de contagio es limitado debido a que se considera que Portugal e Irlanda están rehabilitados”. Y si los alemanes no temen, el resto de Europa no tendría por qué. ¿O sí?
Están quienes opinan que el próximo en la fila sería Italia, cuya deuda se ubica en un 133 por ciento. Detrás vendría Francia, con un gobierno que también colapsa por las medidas de austeridad. Enero se pinta como un mes agitado. Apenas empieza 2015.
Pese a ello, la UE podría este año tener que enfrentarse a uno o a varios momentos de la verdad. El de ahora se resume a una pregunta: ¿Se queda Grecia o se va? Y siendo honesta, no sé cuál de las dos posibles respuestas es peor.