Otto Pérez Molina debería de estar ahora mismo haciendo un inventario de pendientes y conversando con Alejandro Maldonado Aguirre para que la transición de un mandatario a otro sea lo menos traumática posible. Esto, por el bien del país. Ya no lo queda otra salida después de la captura de Juan de Dios Rodríguez, hombre de su confianza, y quien fungiera como su Secretario Privado (puesto idéntico al que ocupaba el aún prófugo Juan Carlos Monzón en la vicepresendencia de Roxana Baldetti).
Su legitimidad no puede caer más. Hoy está ubicada en el sótano de la carceleta del Organismo Judicial, lugar a donde se trasladó este miércoles 20 de mayo a la Junta Directiva del IGSS. Más de 10 personas han muerto desde que Droguería Pisa se hizo cargo de atender a los pacientes renales de la entidad, y las investigaciones de la CICIG y del Ministerio Público hacen responsables de las anomalías en su contratación a, entre otros, el Presidente del Banco de Guatemala y Otto Fernando Molina Stalling.
Con estas capturas, a Pérez Molina se le acabó el oxígeno. Ya no puede pedir más “respiros políticos” como lo hizo durante la inauguración del “Apparel Sourcing Show”, el martes 19. Rodríguez era tan cercano a él como Monzón lo fue de Baldetti, si no más. Y si la segunda de a bordo, bajo presiones populares no tuvo más salida que presentar su renuncia, idéntica suerte tiene que correr el mandatario. Ya no es el momento de estar convocando a mesas de diálogo o de pedirle a la ciudadanía propuestas concretas para combatir la corrupción.
La corrupción en el #CasoIGSS significó muerte y dolor para muchas familias. #ParaIndignarse pic.twitter.com/wCvUjqEOfj
Esta semana la Procuraduría General de la Nación presentó denuncias penales por el caso de la “agüita con sal” para limpiar el Lago de Amatitlán, y se declararon lesivos un contrato de arrendamiento para estacionamientos y otro para proveer combustible en la Terminal Aérea La Aurora. Si se abren más gavetas, con seguridad se encontrarán otras joyitas similares.
Pero que sea Maldonado y su equipo de trabajo quienes abran y somaten esas gavetas. Y también que sean ellos quienes impulsen una agenda, la cual aún es viable si prevalece la voluntad política que exige la población. El fin de semana estuve en una actividad donde expertos y analistas de todos los lados ideológicos y con diferentes maneras de visualizar la política coincidían en lo que debía de hacerse. El tiempo apremia, y lo primero, decían, es cambiar las reglas. Necesitamos, como paso inicial, reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos, por una que nos convenga a nosotros los ciudadanos, que somos quienes pagamos el sueldo de los diputados.
Y eso se puede con un Ejecutivo con voluntad y con un Congreso haciendo lo que le corresponde. No tienen otra opción. Eso es lo que nos merecemos los guatemaltecos. Nada menos que eso.
