Ni bien se supo que en Mazatlán habían capturado al conocido narcotraficante Joaquín "El Chapo" Guzmán, cuando el presidente guatemalteco, Otto Pérez Molina, ya estaba diciéndole a los periodistas chapines que fue aquí, en Guatemala, donde se detuvo por primera vez al criminal. El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, no se había pronunciado aún sobre el asunto y ya el nuestro estaba dando su opinión.
No lo especificó el mandatario, pero muchos sabemos por qué se puso tan parlanchín sobre este asunto: quien coordinó la captura de "El Chapo" en junio de 1993 fue Pérez Molina, cuando él era el coronel responsable del Estado Mayor Presidencial. Corrían buenos tiempos para Pérez Molina. Después del serranazo del 25 de mayo del 1993, él había emergido como un militar leal a la institucionalidad política del país y como el hombre fuerte del Ejecutivo. Con ese tipo de acciones, se presentaba ante la elite económica y la comunidad internacional como el futuro del Ejército de Guatemala.
El arresto, claro está, no le salió gratis a Pérez Molina. Posterior a la captura de "El Chapo" su esposa y su hija sufrieron un atentado que en más de una oacasión ha sido atribuido al jefe del cartel de Sinaloa y si ambas están vivas es de milagro. Con ayuda del gobierno de los Estados Unidos, la familia de Pérez Molina salió del país y de ahí, por ejemplo, es que el junior del presidente, hoy alcalde de Mixco, Otto Pérez Leal, terminó trabajando para un organismo internacional en Washington durante varios años.
Ha cambiado mucho la situación desde entonces.
Para comenzar, la organización de "El Chapo" Guzmán tiene años de operar con impunidad en Guatemala. Tanto así, que se dice que el famoso narcotraficante ha utilizado nuestro país para replegarse en más de una ocasión.
Ya no es este el territorio enemigo donde el jefe del cartel de Sinaloa fue interceptado por un contingente militar, cuando se dirigía hacia El Salvador, y entregado a las autoridades vecinas en un paso fronterizo. Guatemala se convirtió, con el pasar de los años, en un espacio mucho más amigable para el trasiego de drogas que el propio territorio mexicano.
Para Otto Pérez Molina, rememorar esa captura primigenia de "El Chapo", antes de que el delincuente cobrara auténtica dimensión de leyenda al escapar de un presidio mexicano de máxima seguridad, brinda la oportunidad de contar viejas batallas, decir que nadie está por encima de la ley, no importa lo grande o famoso.
Quienes observamos la realidad con un grano de sal podemos sonreír ante tanta expresión de buenas intenciones. Todos sabemos que hay arreglos y entendidos, concretos o tácitos, con las transnacionales del crimen organizado. Y que conste, esa no es una prerrogativa de los latinos: existen "acuerdos" no formales en los grandes centros de consumo, en Europa y Estados Unidos, porque si no no se distribuiría la droga, pero también en México, en Colombia y en Centro América.
Por eso sí hace sentido que todo ese inmenso negocio se regule a las claras.