La fotografía de la vicepresidenta Roxana Baldetti, estampada en el vidrio trasero de una ambulancia, pone en evidencia dos lastres profundos de la política criolla: la megalomanía descomunal de nuestros gobernantes y el servilismo ruin de los achichincles de gobierno.
No es la primera vez que un culebra fuera de serie, candidato a recibir la gran orden de la serpiente emplumada, pone en aprietos a la vice mandataria por exceso de adulación.
Ya en otra ocasión los operadores de Baldetti fueron a regalar bolsas de juguetes donde tuvieron el cuidado de insertar volantes con la imagen de su ama. Antes de eso, otros destacados integrantes del equipo de la vicepresidenta pretendieron atender a los damnificados del terremoto de San Marcos otorgándoles casas “tipo Baldetti”.
Que estos señores se empeñen con semejante afán en arrastrarse a los pies de la señora revela que en el seno del partido esas tácticas deben producir resultados. No existe otra forma de explicar tanta reincidencia.
La vicepresidenta puede ahora decir que ella nunca ordenó la impresión de esas calcomanías con su foto, pero ni siquiera se ha tomado la molestia y si lo hiciera, nadie le creería.
Si ella de verdad fuera consecuente, le tendría que imponer una sanción ejemplar a quienes malgastan los recursos de los contribuyentes en inflar su vanidad.
Pero no lo hace ella ni nadie más, porque lo más triste es que estos desbordes de narcisismo político son generalizados.
El ministro de comunicaciones, Alejandro Sinibaldi, quien ya inició una descarada campaña, reparte pupitres donde estampa el logo de la institución. El junior del presidente, el alcalde de Mixco, Otto Pérez Leal, también ha entregado pasteles de boda con su rostro alelado impreso en el fondant.
El problema tampoco se limita al oficialismo. El máximo dirigente del partido Lider, Manuel Baldizón, también cojea del mismo pie. A él no le basta con tapizar el país con afiches desde donde nos contempla, socarrón. ¡También se ha hecho estatuas! Y eso que sólo ha sido diputado…Si así son las vísperas, ya se imaginan ustedes cómo serán las fiestas.
Da mucha rabia que las autoridades políticas no entiendan que su desvergonzada megalomanía provoca repulsión. Indigna que ni a trancas les entre en la cabeza que las arcas públicas no están para servir de caja chica para gastos de propaganda personal ni partidaria.
Vean el caso de las ambulancias. El servicio de los hospitales públicos es pésimo, no hay medicinas para atender a los pacientes, ¡ah, pero sí hay dinero para imprimir fotos cursis de la señora Baldetti cargando muchachitos!
El dinero que malgastan en promover su imagen no sólo es un robo en contra de la población sino que funciona a la inversa de lo que pretenden: les daña. En vez de aplaudir, la gente exclama: ¡qué ladrones!
En el caso de Baldetti, que tanto criticó a Sandra Torres por gastos que podían catalogarse como promoción política, la situación es patética. Resulta triste convertirse en aquello que uno critica y desprecia…y sucede demasiado a menudo.
Se suponía que la vicepresidenta era la encargada de velar por la transparencia de esta administración. De aquello ya no queda ni siquiera la intención de disimular.
A medida de que se acerquen las elecciones, la voracidad propagandística irá en expansión. Veremos políticos cargando muchachitos y abrazando ancianos en carteles, en pantallas, en videos difundidos por internet. ¿Para qué molestarse entonces en ofrecer disculpas que nadie creerá?
Exposición, exposición, exposición: ese es el nombre del juego de los próximos 20 meses. Así sea en la parte trasera de las ambulancias.