Son las siete de la mañana, el sol sale al este y sus rayos empiezan a calentar una rústica construcción en las faldas del cerro Alux. Por uno de sus corredores se escucha: “¡Arriba niños, vamos arriba!”. Se abre una puerta de madera y la respuesta al llamado son risas, gritos y un “buenos días seño” pronunciado a coro. Esta es la rutina con la que despiertan todos los días los 40 niños que viven por tiempo indefinido en el Hogar Miguel Magone, nombre del sacerdote conocido como el "Pandillero de Dios", amigo de Don Bosco, a quien conoció cuando vivía en la calle.
Esta organización no gubernamental alberga a menores guatemaltecos de entre 3 y 16 años, divididos en tres grupos: grandes, medianos y pequeños. Todos ellos tienen como denominador común el haber pasado por muchas dificultades durante su corta vida, al ser víctimas de abuso y otras negligencias. Uno de los principales fines del hogar es proveerles de educación y cuidados, para ayudarles a tener una vida plena y exitosa.
Luego de hacer limpieza por los corredores de la institución, a las ocho de la mañana, el desayuno está servido. Los grupos se sientan en unas mesas largas y el pequeño que desee iniciar la oración, da las gracias por los alimentos que van a digerir y reza “por quienes no tienen nada que comer”.
Entre el murmullo, las risas y las bromas, algunos rostros tristes y uno que otro pequeño alejado e introspectivo, intentando olvidar el sufrimiento por el que ha pasado, nos acercan a su compleja realidad. “Esto es normal, ellos tienen que lidiar, tolerar y comprender muchas situaciones, pues sus vidas no han sido fáciles” declara el profesor Raúl Ruano, encargado de cuidar y educar a los pequeños mientras se soluciona el estado legal de sus padres o si son aptos para adopción. Mientras tanto viven, crecen y se educan en el hogar.
“Yo no tengo familia. Antes vivía en la zona 18" explica uno de ellos. "A él le pegaba su mamá”, explica otro. Un tercero nos advierte: “no hablés de mi vida porque no me gusta”. Luego, todos se incorporan a sus actividades diarias de limpieza y estudio. También aprenden música, van con la psicóloga, leen la Biblia, hacen deporte y juegan.
La directora y fundadora del Hogar, Karen Rodas, explica que siempre hacen falta manos voluntarias. “La comida, los útiles, los instrumentos, los regalos, la ropa y cada uno de los objetos que hay aquí son donados”, cuenta.
Hace 16 años, Rodas tuvo la idea de ayudar a un niño, pero nunca le fue suficiente y ahora no solo ayuda y cuida a los que viven en el Hogar, sino que también brinda alimentación a 40 pequeños de los alrededores de la aldea El Aguacate, zona 9 de Mixco. Hoy el sueño se hizo mucho más grande ya que está por abrir un nuevo hogar, María Auxiliadora, donde hará la misma labor pero con niñas.
Llega la tarde y el sol se oculta. Ya de noche, en la capilla del Hogar donada por la Iglesia Luterana de Estados Unidos, se escucha una oración “Padre te pedimos por nuestras familias y por los niños que están en las calles”. Esta frase es la que los pequeños pronuncian durante su clase de religión. Tras dar gracias por lo que tienen y por las personas que les están dando la oportunidad de tener un futuro mejor, se preparan para irse a dormir.
Si desea ser parte de las manos que apoyan al Hogar Miguel Magone:
- Puede enviar donaciones (comida, dinero, ropa, juguetes, productos de limpieza, etc) a la 21 Ave. 12-85 Aldea, El Aguacate Z.9, Mixco.
- Comunicarte con Karen Rodas al 3157-1906.
- Apadrinar a un niño ingresando aquí.
- O, simplemente, compartir con los niños algunos momentos que para ellos son inolvidables.
