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La mesera de la sexta o cómo se vive entre tinieblas

  • Por Soy502
03 de abril de 2017, 13:47
En Guatemala, hay personas que se enfrentan al mundo sin saber leer o escribir. (Foto: Dickens Zamora/Nuestro Diario).

En Guatemala, hay personas que se enfrentan al mundo sin saber leer o escribir. (Foto: Dickens Zamora/Nuestro Diario).

Un sábado, cuando vivía en la zona 1, fui a hacer la compra en la despensa ubicada en la sexta avenida. Caminaba por los pasillos del supermercado cuando una vocecita femenina me detuvo. Era una joven, de unos 20 años. “Seño, disculpe, ¿usted no me podría ayudar?”, me preguntó, mostrándome su lista de la compra. “Es que yo no sé leer”, agregó en voz baja, apenada.

Le eché un vistazo a la lista y juntas fuimos llenando su canasta con bolsas de fideos, espagueti y coditos, caldo de pollo en cubitos y sobrecitos de salsa de tomate. “Gracias seño”, dijo con un tono de alivio cuando reunimos todos artículos. Dijo que trabajaba en un restaurante que habían abierto unos meses atrás sobre la sexta avenida y que a veces la regañaban cuando no llevaba lo que le habían pedido.

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En segundos, con la misma rapidez con que desaparece el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas, la joven mesera agarró su canasta llena y se fue sin que pudiera preguntarle su nombre ni saber más acerca de ella.

La busqué con la mirada entre los clientes que hacían la fila para pagar pero ya no la vi. Seguramente ya había cancelado, apresuradamente, y había salido del supermercado a toda velocidad, temerosa de que la reprendieran por tardarse más de la cuenta con los mandados. 

No poder leer los letreros o las instrucciones en un papel debe ser atemorizante. (Foto: Jorge Sente/Nuestro Diario)
No poder leer los letreros o las instrucciones en un papel debe ser atemorizante. (Foto: Jorge Sente/Nuestro Diario)

Me quedé ahí por unos instantes, pensando en ella. Hice aquello que uno raramente hace: ponerse en los zapatos de alguien más. Me pregunté cómo ha de ser el mundo para alguien que no sabe leer ni escribir. Debe ser hostil y amenazante, como la ceguera blanca que describe José Saramago. Un mundo donde los libros están plagados de figuras indescifrables como caracteres chinos y donde la palabra escrita, en vez de abrirte posibilidades, te las veda. Un mundo plagado de agresiones y humillaciones cotidianas, como los gritos de la dueña del restaurante cuando te equivocas con la lista de la compra o verte obligada a poner tu huella dactilar en los formularios del banco porque no puedes firmar.

Como alguien que se gana la vida escribiendo, me di cuenta de que siempre había dado por sentado el hecho de saber leer, así como uno da por sentado que la tierra gira o que el sol saldrá cada mañana. El privilegio te blinda y te amuralla como una torre de marfil. Antes de eso, yo nunca antes me había preguntado a mí misma qué significa vagar entre tinieblas.

Cada vez que caminaba por la sexta avenida y pasaba frente al restaurante pensaba en la mesera pero jamás volví a verla.

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