Otra jornada de manifestaciones sacudió la Plaza de la Constitución este 13 de junio.
Una vez más, miles de guatemaltecos se congregaron frente al Palacio Nacional para exigir la renuncia de Otto Pérez Molina y reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos: las dos peticiones más sonoras y repetidas que se elevan de las protestas ciudadanas que han sacudido al país desde el 25 de abril.
Mientras la incertidumbre sobre el futuro político del país enrarece el ambiente, las conversaciones en la calle, en los bares y los cafés, empiezan con una misma pregunta: ¿Va a caer o no el presidente? ¿Cuánto tiempo pueden durar así Otto Pérez Molina y su régimen corrupto? Muchos responden que la pregunta no es si Pérez Molina se va a ir o no, sino cuándo.
Yo no estoy tan segura de que se va a desplomar antes de tiempo. Resulta obvio que este mandatario, como buen kaibil, se está atrincherando en el cargo.
La información disponible, si acaso podemos calificarla de “información”, es contradictoria. Corren rumores de que tiene una carta de renuncia hecha, dicen que está harto de tanto cuestionamiento y que también está dispuesto a entregar el puesto.
Sin embargo, sus más allegados aseguran que piensa quedarse para “cumplir su mandato” y que entregará el poder el 14 a las 14, pese a que ya no tiene ningún atisbo de autoridad real y que en general, se le trata como a un delincuente. Por algo le preguntaron ya si se sometería a la prueba de polígrafo que piensan pasarle a los vistas aduaneros.
Declaraciones líricas aparte sobre la “protección a la institucionalidad”, la única razón por la que el presidente se aferra al cargo es la inmunidad que le presta y el espacio de maniobra que ahí encuentra para proteger de la persecución criminal y la extinción de dominio los negocios amarrados durante estos tres años y medio de gobierno naranja.
El mandatario está en modo “sobrevivencia” y ante las indagaciones que ya se hacen sobre las propiedades de Roxana Baldetti, se entiende que intentará retrasar lo más posible que los entes investigadores arremetan contra él también.
Ahora bien, en el estado de debilidad en el que se encuentra, lo que él disponga no es suficiente para decidir su futuro. El presidente es hoy también rehén de las circunstancias y depende de lo que pase en el Congreso, en el MP, en tribunales, en Washington y la Avenida la Reforma, en la mesa directiva de Cacif y en las calles erizadas de protesta.
La presunción es que en el Congreso, donde se dilucidan los antejuicios interpuestos por el diputado Amílcar Pop, el Partido Patriota, PP, y Libertad Democrática Renovada , Lider, ya transaron.
Según se desarrolló la última sesión parlamentaria, eso parecería: que Pérez Molina cuenta con el beneplácito de los legisladores, pues al fin de cuentas, todos ellos representan el mismo sistema corrupto contra el cual están manifestando los guatemaltecos.
Puede ser, pero el asunto no es tan sencillo. Los diputados miembros de la Comisión Pesquisidora que habrán de determinar si le retiran o no la inmunidad a Pérez Molina, están en un brete.
Si protegen al presidente, la respuesta de la sociedad será feroz: la consigna de #NoTeToca crecerá aún más y los cuestionamientos al Congreso subirán de tono. El golpe en las urnas puede ser rotundo contra quienes apañen al mandatario. ¿Cuánto más están dispuestos a bajar en intención de voto?
Talvez digan que no les importa, que de cualquier forma ya tienen perdida a la capital y otros centros urbanos. ¿Pero se atreverán al final a tomar una decisión tan impopular?
Mientras los diputados denuncian amenazas, y quizá negocian en secreto, el presidente se ve cada vez más solo, cada vez más intrascendente y cada vez más cuestionado, al borde de caer de bruces al próximo empujón.