El viernes 24 de julio, Jairo Orellana Morales, alias "El Pelón", amaneció en la prisión de Matamoros, en la capital guatemalteca, como el más reciente trofeo de la lucha antinarcótica en las vísperas de su extradición a los Estados Unidos.
Pero a las 4:45 de la tarde (hora de Guatemala), el guatemalteco se declaró “no culpable” frente al juez provisional Emmet G. Sullivan, en una corte de Washington, Distrito de Columbia, según el expediente 1:13-CR-00189.
Desde junio de 2013, el Departamento de Justicia estadounidense lo acusa de conspirar para traficar e importar cocaína a los EE.UU., y de usar armas de fuego y “artefactos destructivos” para cometer estos delitos entre enero de 2004 y 2013 en Guatemala, México y Colombia. No lo asocia públicamente con alguna estructura. No obstante, el Departamento del Tesoro de EE.UU. vinculó a Orellana con los Zetas, sospechosos de intentar asesinarle en noviembre de 2012 en la zona 15 capitalina.
Datos extraoficiales indican que también Orellana trabajó para los Lorenzana en Zacapa antes de independizarse. Mientras Orellana niegue su culpabilidad, no necesita colaborar con las autoridades estadounidenses, pero su suerte se decidirá en un juicio. Si luego decide declararse culpable, más temprano que tarde deberá delatar cómplices para optar a una condena reducida, como lo hicieron otros guatemaltecos extraditados antes que él: Marllory Chacón Rossell, en una corte de Miami, Florida, y Otto Herrera García y Waldemar Lorenzana Lima, en Washington, D.C.
Orellana, alias “El Pelón”, tocó suelo estadounidense solo once días después que desistió de apelar su extradición, y exactamente 14 meses después de su captura. Resulta clave que sostenga o cambie su declaración inicial si, según una publicación de la revista ContraPoder, Orellana gozaba de la protección del ex ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla.
La citada publicación indica que la renuncia de López Bonilla del cargo en mayo pasado habría dejado a Orellana sin protección en la cárcel, y le precipitó a aceptar su extradición. Ahora, Orellana podría comprometerlo, y hasta hundir aún más a su nueva familia, si así lo quisiera.
Tan lejos y tan cerca
En la capital estadounidense, a 4,760 kilómetros de Guatemala, Orellana se encontró en el mismo barco que su familia extendida: la jueza que llevará su caso, Colleen Kollar-Kotelly, también lleva los casos de su suegro, Waldemar Lorenzana Lima, y sus cuñados, Waldemar y Eliú Lorenzana Cordón (hijos de Lorenzana Lima), capturados entre 2011 y 2013, y también extraditados.
Orellana se integró a la familia el 28 de mayo de 2014 (tres días después de su captura en Zacapa), cuando se casó en Matamoros con Marta Julia Lorenzana Cordón, según una publicación de la revista ContraPoder. Ella es hija de Lorenzana Lima. Fue acusada de narcotráfico por Departamento del Tesoro de EE.UU. en noviembre de 2012, que nueve meses después también identificó a Orellana como narcotraficante y cómplice de Marta Julia Lorenzana Cordón.
El caso de Orellana está en manos de la misma fiscalía especial estadounidense que tiene el caso de los Lorenzana. Y para enfrentarle, Orellana eligió a un experto en sortear casos de narcotráfico.
El abogado elegido por Orellana: las grandes ligas del narcotráfico
Su defensor es Rubén Oliva, del bufete Rojas & Oliva, P.A., de Florida. En los más recientes de sus 29 años de experiencia, Oliva defendió en una corte neoyorkina al colombiano Daniel “El Loco” Barrera, conocido como uno de los mayores narcotraficantes de la historia. La fiscalía del Distrito Sur de la Florida vinculó su caso con el de Chacón Rossell, supuestamente sentenciada a 12 años de cárcel por narcotráfico en ese estado.
En 2013, y en su primera aparición frente a la corte, Barrera (como Orellana) se declaró “no culpable” solo para dar un golpe de timón y declararse “culpable” en 2014.
Para diciembre de 2014, cuando Oliva ya defendía a Orellana, este abogado también representaba al traficante colombiano Gilberto Garavito Ayala, quien fue extorsionado por un agente de la agencia federal de Inmigración y Aduanas de los EE.UU. (ICE, por sus siglas en inglés), supuestamente a cambio de mitigar la acusación en su contra.
Pero el día de la primera aparición de Orellana en la corte de Washington, D.C., el pasado 24 de julio, a Oliva lo cubrió el abogado criminalista de Nueva York, Howard Leader. Uno de sus casos más conocidos es la representación en 1994 de Siddig Ali, uno de trece acusados de planificar varios atentados terroristas en Nueva York.
En Guatemala, mientras Orellana torpedeaba su extradición a EE.UU., lo representó el abogado Fernando Linares Beltranena, quien suma entre sus clientes al general retirado Francisco Ortega Menaldo (extraoficialmente vinculado a casos de corrupción, pero a quien el Ministerio Público nunca acusó), y es candidato a diputado por el listado nacional del Partido de Avanzada Nacional (PAN). El abogado Mauricio Berreondo también representó a Orellana, después de representar a Chacón Rossell desde Guatemala, y al ex presidente Alfonso Portillo, en un proceso por lavado de dinero en Nueva York.
Orellana llegó a la capital estadounidense mientras su suegro, Lorenzana Lima, espera que un equipo de psiquiatría determine si padece la enfermedad de Alzheimer, para que la jueza Kollar-Kotelly decida si lo excarcela, o condena y envía a una prisión donde pueda ser tratado. Los cuñados serán sujetos a un procedimiento abreviado para determinar su sentencia.
El único nombre de los hermanos Lorenzana Cordón que no aparece en la acusación de la fiscalía estadounidense es el de la esposa de Orellana. Ahora él debe elegir qué cartas mostrar a los fiscales y la jueza, para no acabar entre la espada y la pared, decidiendo entre hundir aún más su nueva familia o envejecer en una cárcel estadounidense.