Músico, poeta, artista visual y trotamundos, así es Ishto Juevez, cantautor guatemalteco que forma parte de la escena alternativa de la música en el país. Su inspiración viene de sus paseos por el mundo y su magia expresa la condición humana y la necesidad de curar el alma con arte para seguir adelante.
Juevez presentará su segundo material titulado “ELE migrante”, que contendrá 9 temas inspirados en la migración y la metáfora de un viaje interno. La cita es el 21 de marzo, a las 8 de la noche, en el espacio cultural La ERRE.
Soy502 conversó con este creador irreverente para celebrar su nuevo lanzamiento.
Háblanos de tu nuevo sencillo:
Se llama “FunKeyOne” y surgió en el “Zom 2012”, festival organizado por el Centro Cultural de España en Guatemala. El tema iba a ser parte del EP, Chapuz Chapín, pero no calzaba con lo que quería expresar en ese material. Ahora le hice algunos arreglos y es una de las canciones que más me representa como artista. Habla de la aceptación, la toma de conciencia acerca del lugar que habitamos y lo que le estamos haciendo.
¿Qué podemos esperar en el lanzamiento oficial de este trabajo?
Será un “viaje” en el que me acompaña Primo Caster, Mabe Fratti, Pablo García, tecladista de El Gordo y la agrupación Plan: beta, además de Maf É Tulà, abrirá Alexis Cuentacuentos y habrá más sorpresas. Como el tema es “Migración”, las entradas consisten en un CD-pasaporte que se entregará a las primeras personas que asistan; su costo es de Q30.
¿En qué te inspiras para escribir?
En mis sueños, en la necesidad de expresar lo que pienso, ocupar un sitio sin que esto implique hacer daño o explotar los recursos naturales para mi beneficio, pasando encima de los demás; también en la inspiración de mi padre que también fue músico.
Háblanos un poco acerca de tus inicios:
Surgen en la época del “Café Oro”, lugar donde los artistas se reunían en los años 90. Fue un movimiento que dio mucho de qué hablar, que ahora está bien establecido. Salíamos del colegio con el escritor Pablo Bromo y nos reuníamos con Francis Dávila, Alejandro Marré y Pancho Toralla. Eran tiempos de escapar con mochila a la espalda, cambiarnos el uniforme y pasar toda la tarde tomando café, compartiendo material intelectual, poemas, dibujos y discutiendo sobre nuestros autores favoritos.
¿Cómo ves la escena de los noventa comparada con el ahora?
Es una cuestión generacional. En los 90 compartíamos con artistas como Giovanni Pinzón (Bohemia Suburbana) y Neco (La Tona). No la tuvimos fácil, no había recursos o acceso a instrumentos. Las bandas de ahora tienen otras circunstancias que afrontar. En el país estamos formando la “Industria Musical” a paso lento.
¿Necesitamos del arte como seres humanos?
Es necesario para el espíritu; esto justifica mi profesión: por la necesidad de reflejar y transmitir lo que creo y lo que he vivido. Lo triste es cuando las personas creen que a los músicos y creadores se nos debe pagar con cerveza.
Algunas personas no quieren pagar por consumir cultura, ¿qué opinas de eso?
Es importante dignificar nuestro trabajo, es lo mismo que pagar por un servicio médico o una asesoría legal. Parte de la falta de una industria musical sólida en el país, es comprender que los conciertos requieren de inversión, tiempo y grabar una canción inédita no es barato.
¿Qué ha sido lo más curioso que te ha tocado lidiar con el público en redes sociales?
Que Facebook me amenace por aceptar a tantas personas en mi cuenta (risas), y darme cuenta que muchos aprecian mi trabajo.