El primero de noviembre es una fecha significativa en algunos países de Latinoamérica, incluyendo Guatemala, pues se recuerda a los antepasados con el tradicional "Día de los Muertos". Existe también una celebración singular que, poco a poco, ha tomado seguidores en las últimas décadas: Halloween o la noche de brujas, que se celebra la noche del 31 de octubre.
La idea de Halloween se inició en el norte de Europa, hace más de 3,000 años, especialmente en los países de Inglaterra, Irlanda, Escocia, Francia, Islandia, parte de Alemania, Suecia y Finlandia. Esta fecha fue asociada con los muertos y almas en pena. Algunas culturas como la celta hacía sacrificios humanos y de animales en honor al dios Samhaím, señor de la muerte. Este día marcaba la finalización del verano y la cosecha, además del comienzo del oscuro invierno, momento se asociaba con la muerte humana.
Los europeos creían que la frontera entre el mundo de los vivos y muertos desaparecía esa noche asegurando que los muertos regresaban a la Tierra. Para ahuyentar a los malos espíritus los celtas se vestían con cabezas y pieles de animales.
También se celebraba el Sabbath (fiesta de brujas) donde se reunían a ofrecer sacrificios a Satanás con ritos y actos sexuales. En Suecia, se realizaban otras tradiciones: escogían una virgen adornada con una corona de flores y velas que repartía dulces a los pobladores para cerrar el fin del verano con una fiesta.
Esta forma de rendirle culto a los antepasados llegó a Estados Unidos junto a los colonizadores y pequeñas comunidades de irlandeses católicos a mediados del siglo XIX. Los puritanos encasillaron la tradición como hechicería, tachando de brujos a los responsables de estas fiestas.
Celso Lara, antropólogo e historiador guatemalteco, explica cómo nació esta festividad en nuestro entorno.
El expreto afirma que la celebración se propagó en Guatemala, en la década de 1920, cuando las tropas de Estados Unidos implementaron una base militar en el actual Campo Marte.
También afirma que en los años 40 se difundió en los jóvenes, quienes tuvieron más libertad de expresión durante el gobierno del presidente Juan José Arévalo.
Lo más importante, señala, es que esta fiesta no afecta al desarrollo de las grandes fiestas de muertos en Guatemala pues nosotros celebramos el Día de los muertos el 1 de noviembre.
Entre las tradiciones locales están: La serenata de marimba en Huehuetenango; la carrera de caballos en Todos Santos, Cuchumatán; el vuelo de barriletes en Sumpango y la preparación del famoso fiambre (plato frío compuesto de verduras y embutidos de época prehispánica) que se come junto a los difuntos en el Cementerio.
Como un dato curioso, Lara cuenta que los guatemaltecos también teníamos una forma de celebrar el 31 de octubre: como una noche de preparación.
Era una “previa” al adorno, donde se conducía a las ánimas benditas (espíritus buenos) a su lugar de descanso para compartir con sus familiares.
Primero se asistía a las iglesias para pedirles el bien, sobre todo para estudiantes y mujeres.
Lara manifiesta que hacia el siglo XVII los muertos se dividían por estrato social: los de alcurnia eran enterrados en la iglesia y los muertos comunes terminaban en un campo lejos de la población en lo que hoy conocemos como Cementerio General.
La tradición de pedir de casa en casa también existió. El historiador y periodista guatemalteco nacido en 1852, Ramón A. Salazar, cuenta en sus escritos que, en 1825, el 31 la gente salía a pedir limosna esta época. Con los alimentos recolectados, se iba en caravana al cementerio y la comían con sus muertos.
"Al comer en la tumba se está estableciendo un vínculo con el muerto. La creencia es que el ánima te protege durante el año y dará lo necesario para que el vivo salga adelante a pesar de las penas que tiene", comenta el experto quien cierra agregando:
Ésta mezcla de tradiciones, únido a otras más recientes adoptadas desde Estados Unidos, generan aún controversia entre algunos sectores de la población guatemalteca.
El pastor de la iglesia Fraternidad Cristiana de Guatemala, doctor Jorge H. López, opina al respecto que “Aunque Halloween es universalmente aceptado, son muchos los pasajes en la Biblia que afirman que tales prácticas son una abominación ante Dios y castigadas". Además critica que los cristianos están siendo empujados por comerciantes sin escrúpulos que, con afán de lucro, "han querido ambientarnos en tradiciones que nada tienen que ver con nuestra fe".
Por otro lado, la agencia Católica de Informadores (ACI) en América Latina, se pregunta por medio de un comunicado que “como cristianos, mensajeros de la paz, amor, justicia y portadores de luz para el mundo ¿podemos identificarnos con una actividad en donde todos sus elementos hablan de temor, injusticia, miedo y oscuridad?"
Termina añadiendo que "si somos sinceros con nosotros mismos y buscamos ser fieles a los valores de la Iglesia Católica, sabremos que Halloween no tiene nada que ver con nuestro recuerdo cristiano de los difuntos y que todas sus connotaciones son nocivas y contrarias a los principios elementales de nuestra fe”.
¿Cuál es tu opinión respecto a esta celebración?