Mientras me acercaba al Centro Histórico con mis hijos, no sabía qué esperar. ¿Cuántos seríamos? ¿Cien, mil? Cinco mil, si mucho, pensé. Eso ya sería un triunfo: que hubiera más gente de la que se junta un domingo para correr.
Ya en la octava calle, vimos que había gente. Nos bajamos del vehículo y empezamos a caminar. Se veía multitud pero aún así no me atrevía a soñar. ¿Será que vienen simplemente a pasear, a comprar algodón de azúcar o mirujear mercancía en las aceras?
La indumentaria de la gente no permitía adivinar. Jóvenes con playeras metaleras, con camisolas de la Selección. Igual es lo de siempre, me dije, aunque me llamó la atención una señora de corte de Cobán, con sombrero. La mujer maya no suele llevar sombrero, prefiere lucir el cabello brillante, a menos, claro, que espere pasar mucho tiempo bajo el sol.
Fue ella la que me quitó las dudas. Al pasar a un costado de la Catedral, vimos a la fila de antimotines recostados sobre la pared. “¡Vienen a intimidar al pueblo!”, gritó ella, la del corte de Cobán. Saqué mi teléfono y les tomé foto. No parecían amenazantes, pero una nunca sabe.
Lo que sí supe, ahí, es que la gente que nos rodeaba no iba a pasear a la Plaza, iba a a lo mismo que yo, a reventarla de indignación.
Fue un día histórico este 25 de abril. Después de mucho tiempo, los guatemaltecos nos volcamos a las calles para exigir justicia y decencia.
Lo dijo mi colega Gabriela Barrios cuando llegué a la Redacción: en esa Plaza cupo todo el mundo. La izquierda, la derecha, la USAC, la Marroquín, las feministas, los que luchan por los territorios, los abogados de la zona 10, la bandera arcoíris del movimiento gay.
Todos estaban ahí. Figuras políticas –Ricardo Méndez Ruiz y Edgar Gutiérrez--, intelectuales—Carlos Mendoza o Paulina Zamora--, activistas –de Magalí Rey Rosa a Libertópolis--, estudiantes, amas de casa, abuelitos, niños…Todos unidos a una sola voz para gritar: ¡Ya no más!
No hubo oradores que se aprovecharan de una tarima en busca de protagonismo.
Hubo, en cambio, consignas. “¡Fuera, fuera”, “Renuncia, renuncia”, bramaba con vehemencia la plaza, con el estruendo de los tambores que llegaron a hacerla retumbar.
Hubo ingenio del grupo que se estacionó frente al Palacio, montado sobre un camión simulando la carga de los mil millones defraudados por “La Línea” de la SAT. Los quetzalitos llovieron por los aires, recordándonos lo que nos cuesta la corrupción.
Las pancartas traían mensajes que deberán quedar grabados para la historia. “Nos robaron hasta el miedo”. “Todo lo que tengo es por mí, todo lo que ellos tienen me lo robaron a mí”. “Robar es delito para todos, no sólo para los pobres”. “Están despedidos”. "Si no cambiamos el sistema, aunque en Corea sea de día, aquí seguirá siendo de noche", en alusión a las excusas de la Vicepresidenta Roxana Baldetti. “Vivir del pueblo está rebonito”, en referencia a sus frases célebres.
Tiene que significar algo ese mar de gente que llenó la Plaza de la Constitución para reclamar que ya no haya intocables que pavoneen su impunidad.
La multitud reunida frente al símbolo del poder, un símbolo que se ha quedado vacío como tantos otros, el Palacio Nacional, exigía respuestas al liderazgo político. ¿Las tendremos? ¿O habrá que irlas imaginando en el camino, con otros actores?
El frenesí no se puede contener. Había un monigote y una piñata de Roxana Baldetti entre la multitud. Los dos encontraron su camino hasta el techo del camión desde donde ondeaban banderas y pancartas.
Al monigote le prendieron fuego. A la piñata la colgaron de un palo y luego la pisotearon. La Vicepresidenta debería haber visto como dos activistas de grupos de mujeres trataron de rescatar su efigie, sin éxito, porque la muchedumbre quería aplastarla, desfogar su ira.
Cuando me retiré de la plaza, no tenía dudas.
Guatemala despertó este 25 de abril y se pronunció de manera contundente: queremos un cambio.
Sí, ahí siguen los dinosaurios, de diferente índole. También de ellos había una piñata, a la que acompañaba una rata de papel, negra y chiquita, con el nombre del Presidente Otto Pérez Molina.
Lo importante es que hay una multitud que quiere empujar el amanecer fuera del Jurásico.