El hombre de todos los apodos, de todas las hazañas, de todos los récords. El brasileño es un ícono, un jugador que inventó constantemente el fútbol, porque, más allá de las tres Copas Mundiales de la FIFA que consiguió (algo que jamás se ha vuelto a lograr), lo que caracterizaba a Pelé es su capacidad de crear, de sorprender, de inventar en cada segundo en el que tocaba el balón.
Goleador increíble, pasador genial, regateador nato, Pelé hizo soñar a generaciones enteras. Gracias a su legendario número 10, la Seleção simboliza para todos los amantes del fútbol el juego vistoso por excelencia.
El mejor futbolista de todos los tiempos, en opinión de muchos, fue rechazado por los principales clubes de fútbol brasileños en los comienzos de su carrera deportiva, hasta que, tras jugar en varias formaciones secundarias, en 1956, fichó por el Santos.
A lo largo de su dilatada carrera deportiva, Pelé obtuvo con este mismo club diversas Copas de América y, en 1962, el primer Campeonato Mundial de clubes. La Perla Negra, uno de los apelativos que recibió, era un jugador de corpulencia media que conjugaba una gran habilidad técnica, un poderoso disparo con ambas piernas y una inusitada capacidad de anticipación.
Pelé tenía 4 años y ya pateaba una pelota en las calles de Baurú, en la provincia de Sao Paulo. Con 15, debutó con el Santos, donde militó 18 años, con 17 logró su primer mundial (en Suecia 1958), con 21 el segundo (Chile 1962) y con 30 el tercero (México 1970).
Tras obtener todos los títulos posibles y haber contabilizado más de mil goles marcados en partidos oficiales, anunció su retirada del deporte activo en 1974. Sin embargo, Pelé (cuyo seudónimo carece aparentemente de significación alguna) fichó por el Cosmos de Nueva York, equipo constituido por un conjunto de grandes figuras del fútbol a fin de promocionar este deporte en Estados Unidos.