El primer contacto que tuve con este personaje fue hace aproximadamente un año. Como estudiante de Ciencias Políticas, fuimos con un grupo a visitar el Congreso de la República. Llegamos con una mezcla de emoción e incertidumbre, preguntándonos qué íbamos a encontrar. Mientras recorríamos los corredores del Legislativo, todos volteábamos a ver qué caras conocidas aparecían. Esperábamos reconocer los rostros que tapizan los periódicos nacionales a diario.
Nos avisaron que tendríamos la “suerte” de que nos recibiera un diputado. Además, que éramos “aún más afortunados” porque nos atendería un diputado de nuestra edad para que nos contara sobre su experiencia y el camino que había recorrido para llegar hasta ahí. Fue entonces cuando apareció Juan Manuel Giordano, de traje y corbata, ante nosotros. Llegó y nos dijo: “Sólo les quería hablar rápido porque ya voy tarde para la U”. Nos comentó que tenía tan sólo 20 años y que actualmente estudiaba ingeniería ambiental. Le preguntamos cómo había ganado su curul y nos contestó con un gesto muy significativo. Se levantó el cuello de la camisa y dijo: “¿Para qué les voy a mentir? Sí, entré por cuello”.
Aparentemente mis compañeros y yo compartíamos cierto escepticismo ante los diputados excesivamente jóvenes, también conocidos como “dipukids”, porque empezamos a bombardearlo con preguntas. Cuestionamos si creía tener la experiencia necesaria para ser diputado y si consideraba que era correcto aprovechar los contactos de su papá para llegar a un puesto como el que tenía. Inquirimos acerca del excesivo sueldo de diputado para alguien con poca experiencia y le preguntamos por qué se había cambiado repetidas veces de partido.
Sin responder directamente a nuestras interrogantes, nos preguntó qué carrera estudiábamos. Respondimos que Ciencias Políticas y nos dijo: “Esa carrera es una pérdida de tiempo. No van a aprender nada de política. Si quieren aprender de política, vénganse al Congreso. Ésta es la mejor escuela de gobierno”. Unos nos enojamos, otros se quedaron pensando que podía tener razón, pero ninguno esperaba esa respuesta de un diputado tan joven. Esperábamos que nos dijera que qué bueno que más jóvenes estaban preparándose para involucrarse en la política del país y tratar de hacer un cambio.
Honestamente, por propia paz mental, ya había olvidado ese incidente hasta hace unos días cuando leí en las noticias que el “honorable diputado Giordano” había sido detenido por la PNC en la feria de Chiquimula por andar borracho y haciendo escándalo. Luego la historia cambió y dijeron que había sido un malentendido, que era un amigo del joven diputado quien iba haciendo relajo, eso sí, en compañía de Giordano. Igual no es la primera que hace este dipukid. Nos ha dejado algunas perlas de declaraciones como esta: "Si me miran sin tacuche significa que no estoy en hora laboral”. Además, se le ha acusado de promover negocios familiares dentro del Congreso y ha sido un experto en transfuguismo.
Me molesta y mucho, porque supuestamente Giordano representa a la nueva generación de la clase política guatemalteca. Tiene la oportunidad de ser la cara de la juventud en la política nacional; no la de la juventud irresponsable, cortoplacista e inmadura, sino de la idealista, activa, creativa, honesta y con ganas de hacer mejor las cosas.
