David Unger, escritor guatemalteco, radicado en Estados Unidos, visitó el país para presentar la versión en español de su libro, “The Price of escape” (El precio de la fuga), de F&G, editores, en la librería Sophos.
Esta es la entrevista que brindó en exclusiva a Soy502:
¿Se fue muy pequeño a Estados Unidos?
Sí, a los 4 años. Mis padres ya tenían mucho con los toques de queda y tiroteos de la época. Fuimos los únicos de la familia que se fueron, el resto se quedó acá. Mi madre trabajó en la línea aérea Pan Am, la única con su vuelo 504, que llegaba de Miami a Guatemala. Visitábamos a los abuelos los veranos.
En “El Precio de la fuga” habla mucho acerca de la vida de un personaje parecido a su padre, ¿cómo nace la idea de inspirarse en él?
No es una novela acerca de mi familia. Samuel Berkow tiene una cosa en común con mi padre: llegó en 1932 a Puerto Barrios, Guatemala, pero mi papá no se quedó a vivir en ese departamento, se estableció en la ciudad. Para dibujar al protagonista tomé datos de su vida, pero no tiene nada que ver con él.
¿Hay otro personaje en la novela al que le tenga cariño?
Un garífuna llamado Joshua, que es quien le extiende la mano a Samuel para salvarlo de una situación precaria, en un momento clave de la historia. También hay personajes divertidos como el gringo Alfred Louis. Él lo lleva en su lancha, de Colón, provincia panameña, a Puerto Barrios.
¿Cómo compara la vida de sus personajes, que atraviesan la migración, con su vida como inmigrante?
Llegué a Estados Unidos cinco semanas después de la llegada de mis padres. Ellos se adelantaron a buscar trabajo y casa y por el clima decidieron establecerse en Miami. Yo me quedé con mis hermanos en la casa de un tío. Si alguien me hubiese preguntado, no quería ir, estaba contento en la 4ta. Avenida de la zona 1, donde tenían un restaurante. Vivíamos en el segundo piso, se llamaba “La Casita”, era muy conocido y se decía que era uno de los mejores.
¿De ahí parte su inspiración para la realización de su libro “La Casita”?
Sí, el libro fue publicado por una editorial mexicana. Es un cuento que tiene mucha relación con mi vida, además de anécdotas en el libro “Ni chicha ni limonada” donde aparece “Dani”, un personaje similar a mí.
¿Cómo es su experiencia enseñando?
Doy un curso de traducción en el City College of New York, en Harlem y es muy enriquecedora.
¿Cómo es su relación con alumnos migrantes comparado con alumnos estadounidenses?
La universidad donde doy clases es pública; todos los estudiantes que asisten son afroamericanos, latinoamericanos e hindúes. Los ayudo en muchos aspectos, entiendo los problemas que deben enfrentar, que son muchos.
Tradujo libros de Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, ¿cómo se siente al estar conectado con este trabajo?
He hecho traducciones de tres libros infantiles de Rigoberta. Creo que un par de ellos los escribió junto a Dante Liano, Premio Nacional de Literatura en 1991, de Guatemala. Las realicé por medio de una editorial canadiense llamada Groundwood Books, cuya directora es guatemalteca; se llama Patricia Aldana. Me dio mucho placer, todos los libros me gustaron, principalmente “Li Mi’n, una Niña de Chimel”. También hice la traducción de la versión de Víctor Montejo del Popol Vuh.
¿Cada cuánto visita el país?
Una vez al año o en ocasiones especiales para mi familia, como el cumpleaños 90 de mi mamá. Fue una gran “pachanga” con tamales, chuchitos, paches y muchos frijoles.
De los trabajos que ha traducido, como Benedetti o Nicanor Parra entre otros, ¿quién es su autor favorito?
Tengo la traducción de una novela de Benedetti que aún no se publica y no sé si saldrá a luz. Mis favoritas fueron las traducciones al inglés que hice de tres autoras mexicanas: Bárbara Jacobs, que escribió el libro “Las hojas muertas”, un par de libros de Elena Garro y uno de Silvia Molina que se titula “El amor que me juraste”. A raíz de esto me decidí a ser novelista, las trabajé en los años 90 y publiqué mi primer trabajo en el año 2002. Aprendí mucho de estas mujeres, especialmente porque creo que, como narradoras, tocan temas muy distintos a los hombres.
¿Cuál es el libro consentido de todos sus trabajos?
“Vivir en el maldito trópico”, que fue mi primera novela. Trata el conflicto armado, desde el punto de vista de una familia urbana, judía en Guatemala. Su protagonista es muy divertido, me gustó escribirlo, además de “Para mi eres divina”, la historia de una indígena que trabaja en un cafetal.