Estos días somos testigos de múltiples relatos por parte de víctimas, algunas de ellas muy conocidas, de la casa de los horrores que durante décadas fue el comportamiento sexual de un tipo llamado Harvey Weinstein.
Este personaje, dado a acosar a quien se pusiera por delante, no hubiera sido más que un triste pervertido en gabardina de no haber tenido algo que fue cultivando pacientemente gracias a su éxito empresarial y artístico: poder.
Poder que curiosamente, o no tan curiosamente la verdad, Weinstein fue acumulando en su condición de magnate progresista de Hollywood. Fue un gran financista del Partido Demócrata (de los Clinton, lo cual hace sentido pues Bill es otro conocido acosador) y una figura dominante en su medio.
Una comunidad dada a condenar enérgicamente hasta el más mínimo desliz lingüístico toleró y acogió unas prácticas que un ya apabullante número de víctimas han descrito con detalle como predatorias.
¿Cuántos Weinsteins habrá en Guatemala? Muchos. La aparente ausencia de casos, me atrevo a apostar, no es más que eso: aparente. Al contrario, las sociedades más jerárquicas encierran las peores tragedias, esperando a ser contadas.
El destape de cada caso donde se puede afirmar con solidez que existieron esta clase de procederes empieza siempre igual. Una víctima valiente habla. Luego otra, y otra, y llega un momento en que no puede tratarse de una gran conspiración (aunque los poderosos siempre quieran tratarla como tal).
Y así hemos visto a personas muy relevantes pagar sus excesos después de ocultarlos durante años. Bill Cosby se encuentra procesado por drogar mujeres y abusar de ellas, cientos de sacerdotes pedófilos han sido hoy felizmente denunciados como lo que son y Michael Jackson será recordado como lo que fue…un abusador de niños.
Habrá por supuesto que tener cuidado con denuncias espurias y falsas equivalencias. No es lo mismo un flirteo mal interpretado que un intento de violación pero es prioritario abrir las puertas y ventanas para que entre la luz y poder discutirlo.
En un mundo de mayor apertura de información, esta clase de silencios no tardarán mucho en romperse en nuestro país. Lo que toma tiempo en otros lugares la globalización lo exporta rápidamente. Tocará ser responsables y cautos con la información pero nunca cómplices con el silencio.
Una víctima hablará, solo una hace falta…aguantará vendavales de mentiras pero otras seguirán y luego otras…hasta que no haya forma de mentir y ocultar. Sabremos entonces algo hasta ahora desconocido: la dimensión del abuso sexual del poder chapín. Les aseguro que nos asustaremos.
Más de Daniel Haering: