Científicos de la Universidad de Rochester, en Estados Unidos, presentaron un nuevo tratamiento con láser que es capaz de hacer que los metales repelan el agua de forma extrema, tanto que el líquido rebota al caer sobre ellos con un efecto parecido al del mercurio.
Ello se consigue gracias al dibujo de ciertos patrones sobre la superficie del metal, que crea una compleja secuencia de estructuras a escala micro y nano que cambian las propiedades del material.
"El material repele el agua con tanta fuerza que el agua rebota. Luego vuelve a caer sobre la superficie, vuelve a rebotar y después simplemente sale deslizándose de la superficie", explicó Chunlei Guo, uno de los responsables de la investigación.
El resultado es un producto que rechaza el agua mucho más que los revestimientos químicos utilizados habitualmente, como el Teflon, y tiene la ventaja de que no depende de un recubrimiento, sino que está incorporado en el propio material y, por tanto, es más resistente.
Según Guo, estos materiales "superhidrofóbicos" ofrecen numerosas posibilidades para la vida cotidiana, por ejemplo a la hora de evitar la oxidación de equipos o la acumulación de hielo en superficies, pero también en el ámbito del saneamiento.
Así, un sanitario fabricado con este material podría mantenerse limpio minimizando el uso de agua en países donde escasea, puso como ejemplo en un vídeo publicado por la Universidad de Rochester.
Esas posibilidades llevaron a la Fundación Gates a apoyar el proyecto por sus posibles beneficios en países en vías de desarrollo.
"En estas regiones, la recolección de agua de lluvia es vital y utilizando materiales 'superhidrofóbicos' podría mejorarse la eficiencia sin necesidad de usar grandes embudos ni ángulos pronunciados para evitar que el agua se adhiera a la superficie", dijo Guo.
El tratamiento puede también crear superficies que, además de "superhidrofóbicas", son capaces de una gran absorción de la luz, lo que abre la puerta a otros posibles usos, como la producción de placas solares más eficientes y que apenas necesiten mantenimiento.
El mayor desafío para su producción a gran escala hoy por hoy es el tiempo que se necesita para llevar a cabo el tratamiento, pues por ahora se tarda una hora en terminar una pieza de metal de una pulgada por una pulgada.
Además, los científicos están analizando la posibilidad de lograr el mismo efecto en materiales distintos al metal.