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Bravo por las capturas. Ahora, a salvar el lago

  • Por Soy502
25 de febrero de 2016, 17:58
Hugo Rodolfo Roitman conocido como Uri Roitman fue capturado por su presunta implicación en el fraude del contrato por la llamada fórmula mágica, sin embargo registros en Guatecompras confirman que también recibió contratos del Ministerio de Gobernación. (Foto: Jesús Alfonso/Soy502) 

Hugo Rodolfo Roitman conocido como Uri Roitman fue capturado por su presunta implicación en el fraude del contrato por la llamada fórmula mágica, sin embargo registros en Guatecompras confirman que también recibió contratos del Ministerio de Gobernación. (Foto: Jesús Alfonso/Soy502) 

Pocas cosas resultan más agradables que despertarse con la noticia de que las ruedas de la justicia siguen girando en Guatemala. Eso nos pasó el 22 de febrero. Vivimos un nuevo #MartesdeCicig desde tempranas horas de la mañana, con un telón de fondo particular: el escándalo que destapó la Caja de Pandora en que se había convertido la administración Pérez-Baldetti. Hablamos, nada más y nada menos, que del caso de la “agüita mágica” con la que pretendía rescatarse el Lago de Amatitlán.

Ahora que revivimos de nuevo todo el asunto, me sorprende el nivel de descaro que alcanzaron las autoridades anteriores. Que pretendiesen que el pueblo pagara con gusto más de Q137 millones por agua con pino es inaudito y doloroso. Que en sus más recientes declaraciones el empresario israelí Uri Roitman insistiera en “qué hay pruebas y se está trabajando en Francia” con la mágica fórmula, sin explicar en qué lago, de qué manera o qué resultados concretos ofrece el componente, es de sentarse a llorar.

En la página web de Tarcic Ingeneering Ltd, en la que se establece que las oficinas de la empresa están en la 3ª calle, Sector A, San Cristóbal I 3-42 zona 8 de Mixco (y no en Tel Aviv o Jerusalén), no hay plasmada una sola historia de éxito concreta vinculada con el uso del producto, en la línea de “en este x cuerpo de agua se eliminó la contaminación en un xx por ciento”.

Además: M. Tarcic Engineering: la vendedora de fórmulas mágicas

Ahora bien, anhelaría que el señor Roitman, o quien fuese, presentase pruebas contundentes de que esta poción, o cualquier otra, funciona y empezara a verterse en cantidades industriales en el Lago de Amatitlán, sin ápice de corrupción de por medio. Salvar este cuerpo de agua, y todos los demás, es indispensable.

Expertos del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad Rafael Landívar (IARNA) han arribado a la conclusión de que el 95 por ciento de los ríos y lagos de Guatemala sufre de algún grado de contaminación. El paupérrimo Estado que tenemos hace poco o nada por salvarlos. Por fortuna existen algunas iniciativas, como la de ProAtitlán, que se enfoca en el manejo adecuado de los desechos que generan cuatro comunas ubicadas en los alrededores del lago sololateco, y existen comunidades en todo el país que hacen lo que pueden por preservar sus fuentes de agua.

Lee aquí: Así se distribuyó el dinero que se pagó por la "fórmula mágica"

Desde hace décadas diversos expertos advierten que la escasez de agua será el detonante de una eventual Tercera Guerra Mundial. En Siria, según dio a conocer un reporte de Unicef en agosto de 2015, el acceso al líquido se utiliza para alcanzar objetivos militares. Por medio de cortes deliberados se ha aislado a ciudades con población rebelde, y la falta de agua también ha sido uno de los principales detonantes detrás de la trágica crisis de refugiados provenientes de ese país, que es la mayor catástrofe humanitaria vivida por Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El agua es vida y su ausencia es muerte. Es además un derecho universal por el que la humanidad entera debe de luchar.

En Guatemala estamos pendientes de que nos devuelvan los Q11.5 millones de fianza de los contratos rescindidos para rescatar el Lago de Amatitlán. Hago una propuesta: que el Estado emplee íntegro ese dinero para hacer estudios serios, confiables y verificables, que nos indiquen cuál es la ruta adecuada para salvarlo, y que ello también no guíe para rescatar al resto de nuestros cuerpos de agua. Se lo debemos a nuestros ríos y lagos, pero, sobre todo, a las nuevas generaciones que no tienen la culpa de que nosotros los hayamos convertido en desagües. 

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