Ocupar uno de los 9 escaños de la Junta Directiva del Congreso se ha vuelto un objetivo codiciado y no solo por la influencia para decidir qué temas se tratan en las plenarias. Ser secretario, vicepresidente o presidente implica beneficios económicos y la capacidad de contratar personal y decidir las compras del Organismo Legislativo.
“El Presidente del Congreso decide desde a quién contratan, a quién presupuestan, cuánto se gasta, en qué no se gasta. El presidente debe ser el actor político que dirige las sesiones, que organiza”, afirma la diputada Nineth Montenegro, que en 2012 ocupó una vicepresidencia.
Los ingresos mensuales de quienes ocupan estas 9 curules también tienen una mejora. Cada uno de los cinco secretarios tiene un salario cercano a los 44 mil quetzales, los 3 vicepresidentes reciben 49 mil y quien ocupa la primera curul recibe 60 mil quetzales.
A eso debe agregarse que el presidente dispone de una caja chica de 25 mil quetzales y los demás miembros de la Junta Directiva pueden gastar hasta 3 mil quetzales en alimentos o contratación de salones para eventos. El secretario de la Junta Directiva, César Fajardo, señala que estos fondos “sirven para dar desayunos y atender a la gente en los días de sesión”.
Además, llegar a la Junta Directiva puede ser como abrir una oficina de empleo. Actualmente cada miembro de la Junta Directiva tiene entre 4 y 12 empleados a su cargo. Aunque la Dirección de Recursos Humanos restringe la información del personal del Organismo Ejecutivo, el vicepresidente del Congreso Julio López reconoce que tienen derecho a contratar "un asesor por cada función que se le delega para recibir apoyo en las diversas tareas inherentes al cargo".