Al atardecer del domingo 1 de noviembre, día de Todos los Santos, los pobladores de San Antonio Palopó, en el departamento de Sololá, suben al Cementerio General de su población con velas para rezar frente a la tumbas de sus seres queridos.
El ocaso, la incandescencia de las velas y el sentir de la gente son los elementos que ayudan a crear una de las estampas más coloridas de esta celebración en Guatemala.
Familias completas recuerdan a sus familiares enterrados, prenden una vela y esperan al anochecer.
Al fondo de estos familiares compungidos llenos de recuerdos y dolor se ve el lago de Atitlán, considerado como una de las cuencas más bellas del país y uno de los puntos turísticos más visitados de Guatemala.
El cementerio alberga menos de 700 tumbas, pero su belleza es conocida por su cercanía a Atitlán.
"Es una tradición en nuestro pueblo recordar a nuestros familiares con velas y les quemamos incienso", dice Pedro Ixbalam, quien acude a recordar a los suyos acompañado por su esposa y sus tres hijas.
La familia al completo se reúne enfrente de la tumba de su madre. El silencio se apodera del ambiente.
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La población de esta aldea está compuesta en más de un 90 por ciento por población maya kakchiquel.
San Antonio Palopó se encuentra a diez kilómetros del municipio de Panajechel, en Sololá, la población más turística del departamento, y es poco frecuentado por los turistas, lo cual le ha permitido mantener sus tradiciones centenarias casi intactas.
Decenas de pobladores se quedan frente a sus familiares hasta casi llegada la medianoche, algunos recordando a sus fallecidos y otros socializando entre las tumbas a ras de suelo cubiertas de hojas de pino y flores.
* Esteban Biba/EFE