En el primer lanzamiento del 2016, Apple presentó al mundo el iPhone SE. Un nuevo modelo de smartphone con funciones más “modestas” que la de sus antecesores, el iPhone 6s y el iPhone 6s plus. El nuevo dispositivo de rango medio representa para la marca el sacrificio de uno de sus valores más importantes: la exclusividad.
Los nuevos modelos de iPhone y iPad de Apple son más accesibles y compactos que sus modelos estrella. El iPhone SE costará 399 dólares sin contrato en Estados Unidos, una fracción de lo que cuestan los modelos más grandes.
El vicepresidente de Apple, Greg Joswiak, dijo que muchos consumidores prefieren smartphones más pequeños y que en el 2015 se vendieron 30 millones de iPhones de pantalla chica.
La empresa de la manzanita asegura que “el iPhone SE está dirigido a clientes que compran el teléfono de Apple por primera vez y a aquellos que quieren una mejora respecto a los iPhones 5S y 5C, que no han sido actualizados en dos años”. No obstante, hay muchas mejores razones para que el gigante tecnológico apostará por reducir el precio y el tamaño de las pantallas.

No era para todo el mundo, hasta ahora
Steve Jobs pensaba que los productos de Apple “no eran para todo el mundo”, fue uno de los principios que luchó por inculcar en la compañía durante toda su vida. Sin embargo, el mercado cambiante, competitivo y dinámico ha hecho que la empresa tenga que desechar parcialmente esta filosofía.
Las marcas chinas como Huawuei y Xiomi han roto barreras en el mercado en los últimos dos años y se acercaron a los líderes, Apple y Samsung. Lograron un rápido ascenso gracias a una idea sencilla pero muy efectiva: modelos para todos los gustos y, sobre todo, para todos los bolsillos.
Justamente, es este mercado el que le interesa seducir a Apple: el Chino. Controlar este mercado es la mejor forma de controlar el mundo. Sus competidores apuntan a la masificación de los móviles por lo que quedarse con un nicho exclusivo sería un suicidio a mediano plazo.