Su nombre es Paul Rosolie y se convirtió en el primer hombre en ser tragado vivo por una anaconda y en salir para luego contarlo, todo esto por una buena razón.
El ambientalista se roció de sangre de cerdo para llamar la atención de la serpiente y utilizó un traje especial para ser tragado sin ser triturado y que los ácidos de la serpiente no le provocaran ningún daño, además de llevar un pequeño tanque de oxígeno y una pastilla electrónica que enviaba señales sobre sus signos vitales.
"No tuve que esperar mucho tiempo. La anaconda cayó fácilmente en la trampa", aseguró el aventurero, quien no quiso dar detalles sobre lo que realmente sucedió cuando la serpiente se lo tragó ni cómo salió de su cuerpo.
