La grandeza llega a los clubes de fútbol conforme acumulan trofeos pero solo se convierten en legendarios por sus grandes jugadores, mitos de un solo molde como el singular Alfredo Di Stéfano, genio hasta la última de sus células.
Barracas y Buenos Aires en Argentina, además de Madrid en España, lloran especialmente su muerte. Dormita el dolor en Buenos Aires, en el barrio de La Boca; en los clubes del River y Huracán. Llora Madrid y el Real, donde el futbolista más polivalente que pisó hierba diera sus mejores recitales. Hizo historia con el Real Madrid al registrar 307 goles y 403 partidos oficiales, para 8 títulos ligueros y 5 Copas de Europa.
La 'Saeta Rubia' es el sobrenombre que la afición del River Plate colocó para siempre sobre los hombros de Di Stefano, pues el delantero era tan veloz como uno de aquellos modernos aviones de los años 40 y 50 con propulsión trasera a reacción (para el vulgo, 'Saetas') y por su cabellos rubios.
En 1947 se convirtió en el máximo goleador de la liga argentina. Su velocidad, endiablada, le facilitó el apodo. La 'barra brava' de River le cantaba en el Monumental de Buenos Aires: "Socorro, socorro, que viene la Saeta Rubia con su propulsión a chorro...".
El hombre que revolucionaría el fútbol europeo y mundial fue, después, madridista, pero antes pudo vestir la elástica del Barcelona, el máximo rival.
En la primavera de 1966, una tarde del 3 de abril, Di Stéfano jugó su último encuentro oficial. Militaba entonces en el Español de Barcelona y se retiraba, por diversas circunstancias, sin poder disputar Mundial alguno, ni con Argentina ni con España.
Di Stéfano debutó como entrenador con el Elche. Después dirigió al Boca Juniors, Valencia, Real Madrid, Sporting de Lisboa, Rayo Vallecano, Castellón y River Plate.
Tan libre para vivir como esclavo para morir, Di Stefano amó la vida hasta el infinito y vivió con pasión el fútbol. El mejor futbolista de su época (años 50 y 60) y puede que el mejor de todos los tiempos no pudo con el último regate ante su peor enemigo, la muerte.
'Gracias, vieja' fue el título de sus memorias y dedicada, con esta frase, a la pelota, el instrumento con el que fabricó placer, fama, fortuna y leyenda.
Precisamente en la vitola de club legendario que abraza al Real Madrid contribuyó de manera notable 'La Saeta Rubia'. Así lo supieron reconocer en la propia entidad blanca, pues en los últimos 13 años ejerció como presidente honorario.
También el Real Madrid puso su nombre al estadio en donde juega el equipo filial y se entrena la primera plantilla. El día de su inauguración, hace siete años, Di Stéfano dejó una de sus frases proverbiales: "Agradezco poder disfrutar en vida porque, en este país, lo normal es que te hagan los homenajes cuando has cruzado la raya".
Su idilio con la vida tuvo límites razonablemente libres. "Cartujo nunca fui", señala Di Stéfano en sus memorias. Sus últimos abrazos sentidos, postrado en una silla de ruedas, fueron para los socios que recibieron la insignia del Real Madrid por sus 50 años o más de carné, testigos de sus gestas, regates y centros.
Pero el dolor cae ahora como la noche e inunda con su silencio los campos y canchas de Argentina y España, dos países en donde hoy el fútbol se ha detenido, gélido, pálido por la muerte del mito, de un genio de la 'vieja pelota'.